domingo, enero 30, 2011

Pólvora

La bala, en la sien, la sangre bajo su nuca y el olor a pólvora aún en el aire. La habitación destrozada, las huellas intactas, la ropa en el suelo, el cuchillo sobre la cama, los somníferos junto al vaso de agua. El teléfono descolgado, tirado de cualquier manera. La persiana subida, las cortinas abiertas y el policía con la linterna apuntando a mis pies. La sirena asustando a los vecinos y la calle llena de curiosos. Nadie dice nada y yo, de pie, en el centro de todo.
Observando mi mano derecha.
Acariciando el gatillo de la pistola.

jueves, enero 27, 2011

Cordero en la pradera

El bebé, como un cordero en la pradera, campa a sus anchas por el salón. Observa a sus padres gritándose cosas que no entiende pero que hacen retumbar sus tímpanos recién estrenados. Gatea por el parqué de un lado a otro, rozando sus bracitos y sus piernitas con las temibles esquinas que infectan el mundo en el que se mueve.
Sus padres no le han visto, de hecho piensan que sigue siendo incapaz de lanzar una mano tras otra sobre el suelo. En su gritar, en su insultar, no han asistido de forma consciente a los primeros indicios de libertad por parte de su sonrosada creación.
El bebé observa, ahora sentado sobre el pañal, como la pareja comienza a lanzarse objetos. Vuela un vaso, vuela una copa y vuela también un cuchillo.
Guiado por el tintineo y esquivando los cristales rotos el niño se arrastra hacia el metal como un imán de carne. Le cuesta hacer pinza para cogerlo del suelo ya que aún no domina la técnica a la perfección. Cuando se lo está llevando a la boca escucha como los gritos se convierten en el par de sílabas que componen su nombre.
El bebé sabe que le están buscando pero es incapaz de ofrecer algo más que una sonrisa muda como respuesta.
Ni siquiera los nuevos gritos, esos que ahora padre y madre sueltan desesperados, sirven para que el bracito se detenga en su afán por acercar el cuchillo.



lunes, enero 24, 2011

Kevlar

Todo el mundo sabía que era una mujer bala. Andaba siempre acelerada, impulsada por una fuerza invisible que convertía sus pasos en ruido de metralleta. Atravesando la vida como un suspiro entre pelusas: todo revuelto alrededor. El día que se enamoró pareció estamparse contra un pecho de kevlar. Beso, boda, casa y familia se hicieron munición en su boca. El reloj biológico la activó como a una bomba y esperaba cada noche el estallido de ser fecundada. Tuvo mala suerte y terminó por convertirse en casquillo vacío. El médico les confirmó que su marido era, sin lugar a dudas, completamente de fogueo.

viernes, enero 21, 2011

Me llamaban cojo

Me llamaban cojo y escapaban corriendo de mí.
No hacían más que reírse de mis defectos, convertirme en el reflejo deforme de lo que detestaban. Niños perversos, niños que fueron mi Satán para una vida que se suponía simple, sencilla e inocente. Niños demasiado rápidos para un lisiado que no podía ir detrás.
No pude más que permanecer sentado.
Aguanté dejando que la sombra de los libros de texto me diera frío en verano y cobijo en invierno. Las pastas de cartón como parapeto. Detrás de ellas sus carcajadas perfumaban a rancio mi infancia de pesadilla. Aposté, desesperado, con el reloj a ver quién aguantaba mejor el paso del tiempo. Ellos me insultaron y escupieron. Ellos tuvieron las novias que yo echaba de menos al apaciguar mi adolescencia con las manos.
Me deje ir en soledad hacia un futuro que tardó demasiado en llegar.
Pero los años hicieron su trabajo.
Puede que haya una ley, que afectando al tiempo, te obligue a ser castigo por lo que has sido.
Tanto subes, tanto bajas.
Todos fueron dejando paso a un cuerpo de hombre inservible pegado a la sombra del niño que una vez fueron. Fotocopias mal hechas de su pasado.
Yo fui lo débil para ellos.
Ahora los libros quedaron atrás y mi cojera, lenta, antiestética, me ha llevado por encima.
Tanto bajas, tanto subes.
No me dan pena y en cambio su recuerdo es cicatriz en mis neuronas.
No me reconocen y yo los huelo en la distancia.
Sé donde están y ese hormigueo que antes me alertaba ahora me sirve para encontrarlos.
Ansío presentarme a ellos, educado, y arreglar cuentas.
Querrán morir al verme, saben el daño que hicieron.
Al menos antes de que lo hagan quiero que me digan algo.
Quizá escuché un perdón.
Quizá de esa manera se salvan.

martes, enero 18, 2011

Presentación

Nadie, en varios kilómetros a la redonda, sabría decir su nombre y en cambio ahí está. De pie, tieso como un vara. Oteando el horizonte como el que mira un terreno que sabe suyo.
No abre la boca y tuerce los labios en una sonrisa forzada. Saluda con la mano a un lado y a otro. Todos gritan exaltados al ver un primer plano suyo en la pantalla. El hombre de gafas le lanza entonces un balón y él lo detiene sin dificultad con su pie derecho.
La gente chilla impresionada.
Sin duda el joven futbolista sabe jugar con la pelota.

sábado, enero 15, 2011

Tiempo de descuento

- Es un pacto de caballeros a celebrar con gaseosa. Sin recibo ni pistas para el juez – murmura Manuel.
El frío perfila los cuerpos. Siente como late alrededor el nervio de los que buscan con él la victoria mientras esperan en el banquillo.
Alguien le toca en el hombro y la cara del utillero le sorprende con un gesto que dice “es tu turno, prepárate”.
Corretea encogido junto a la línea de cal. Suena el silbato y salta al terreno de juego.
La gente grita su nombre y, por un momento, vuelve a ser ese jugador sin deudas que nunca decepciona.
Cuando se quiere dar cuenta está dentro del área, pegado a un contrincante.
Manuel estira la pierna temiendo lo que puede ocurrir segundos después.

En una habitación de hotel un niño murmura ante la televisión
- Era un pacto de caballeros.
Abre la gaseosa.
Ya puede beber.

miércoles, enero 12, 2011

Erase una vez un niño

Erase una vez un niño golpeado por la incertidumbre.
Nació solo. Sin madre que le prestara su útero ni padre que le prestara simiente. El primer aliento lo tomó prestado y estrenó el parpadeo al notar sus córneas secas como arena de playa.
Creció bajo la sombra de un árbol caduco y se acostumbró a vivir en un agujero durante los meses de frío y lluvia.
Bajo tierra era el príncipe de los gusanos.
Le gustaba pensar eso.
Pasó por épocas malas. De la inocencia a la adolescencia asumió varias veces la culpa y la pena. La primera lo hizo por matar a uno de sus mejores amigos (un enorme cerdo, tenía hambre) y la segunda por sentirse solo en un mundo con un cielo tan alto haciendo de techo. Con los primeros pelos de la cara mantuvo un combate estúpido. Trató de detener la estampida de vello con unas cuantas cicatrices. Cuando se dio por vencido su rostro era el mapa de una escabechina.
Simple era su vida.
Ver, comer, oír, gritar, correr, cagar y, sobre todo, esperar.
Entonces llego ella.
Primero llego de lejos, como silueta, y conforme se fue acercando se hizo castigo, miedo, daño y lujuria.
El niño se hizo hombre en esos días.
Nada era más importante que hacer lo que ella decía y lograr lo que ella quería. Misionero de su cuerpo, como un esclavo, intentaba hacerla feliz con cualquier gesto.
Cuando ella marchó, de noche, sin decir nada, se sintió aún más solo y más lejos. Se veía como una gota de agua pérdida en el océano después de haber hecho un viaje increíble montada en la nube.
Con la última hoja del árbol caduco puso fin a todo.
Se puso de pie para dar su primer paso.


domingo, enero 09, 2011

Un poeta

- Una semilla en esta tierra desolada – dice antes de escupir.
El sargento es un poeta. Capaz de matar sin mancharse las manos y comer después sin arcadas.
Él es metáfora de la guerra y procura excusas a nuestro miedo a base de frases estúpidas.
Nos mantiene apretando el gatillo, disparando contra sombras en la distancia, quizá matando golpes de viento o bolsas de plástico que giran en el aire entretenidas por servir como diana.
Dejamos el suelo lleno de casquillos de bala y seguimos andando.
Sembramos semillas de acero para una vida mejor.
Plantamos al menos la muerte, dice él, donde nadie quiere plantar nada.

jueves, enero 06, 2011

Contrarreloj


- Sin matarte te mato - dice el segundo.
- No te preocupes. A nadie le importa que lo estés haciendo - contesta el tiempo.

lunes, enero 03, 2011

Compasión

Dicen que estoy enfermo.
Me tocan como si fuera a romperme y me hablan como a un pobre tonto.
Pobrecillo me dicen.
Los diminutivos son su tortura. Como si todo lo que me rodea se hubiera convertido en un jardín de infancia para un viejo a consumir.
La cucharilla, el vasito y la pastillita.
Mi vida al microscopio de unos imbéciles que no saben ni llevar las cuentas de la casa.
Creen que no me doy cuenta.
Pobrecillos.
La próxima vez que tosa intentaré escupir los pulmones. A ver si así me dejan en paz, que se enteren de que no me hacen falta para seguir viviendo y se preocupan por usar los suyos, por respirar para ellos, que del agobio que tienen recuerdan a peces fuera del agua.
Soy anaerobio.
Soy una planta que sólo necesita luz para la fotosíntesis y tranquilidad para mover sus hojas.
Cuchichean que voy a morir pronto porque ya no protesto.
Los muy imbéciles no han caído en que no les hablo porque no quiero.
A mi esta familia ya no me escucha.
No me merece la pena.


ATRAPAPALABRAS
"Un blog de microrelatos y poesía. Alberto García Salido es su autor. Especialista en relatos de cien caracteres, sólo cien. Y las fotos son muy buenas..."

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"Gracias a Alberto García Salido, "No pasa nada de nuevo...", Por mostrarme su magnífica obra..."

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