jueves, septiembre 29, 2011

Metafóricamente hablando

El mimo, el malabarista, el gafapasta y la chica con rastas detienen su vehículo bajo el rojo del semáforo. Detrás de ellos se amontonan, lentamente, coches de cartón, un par de bicicletas y una multitud de artistas que viajan gratis sobre patines de un lado a otro de la ciudad. La calle (son las once de la mañana) está casi vacía y los diferentes puntos de encuentro mantienen el bullicio de ideas que suele acontecer a esas horas. Entre la gente que cruza el paso de cebra destaca un ejecutivo de traje oscuro, corbata negra y camisa a rayas claras. Los caminantes, enfrascados en la lectura, evitan tocarle con giros bruscos disimulados. El ejecutivo activa su reloj de oro y deja el maletín en el suelo antes de comenzar el espectáculo. Se sitúa en el centro de la calzada, delante los que esperan la luz verde, y extrae un montón de folios de su maletín, una carpeta, dos bolígrafos y un teléfono móvil. Tras una reverencia comienza a escribir números mientras calcula como una bestia y pasa hojas como un loco. Grita "¡Compra!, ¡Compra!" al teléfono mientras convierte las venas de su cuello en un árbol que sacude las ramas. Al sonido de la alarma del reloj se detiene, estira la corbata, guarda las cosas y repite la reverencia. Después abre las manos y se dirige hacia el mimo (que se mete en su caja de cristal invisible), el malabarista (que lanza al aire el monociclo mientras da un salto), el gafapasta (que abre un cuaderno para escribir dos líneas) y la chica con rastas (que saca un diábolo).
El semáforo pasa a verde y abandonan al ejecutivo en el centro de la calzada. Los coches eléctricos, los patines y los monociclos se deslizan a su lado. Él regresa al paso de cebra y se apoya en una farola pensativo. Puede que sea el momento de cambiar el espectáculo.

lunes, septiembre 26, 2011

Criados

- Criados con la mejor comida, la mejor luz, el mejor agua y la mejor cama.
La serpiente repta en el pasillo oscuro con una gorra de color rosa encajada en la cabeza, sobre ella en letras rojas está escrito el nombre del negocio. Entre los dientes tiene un palillo de madera que desplaza con habilidad de un lado a otro de la boca. De comisura a comisura, despidiendo un sonido de succión permanente al moverlo, le sirve para tener siempre a punto la dentadura.
- El más pequeño tan sólo tienen unos meses.
A su lado la vaca se esfuerza por no rozar las paredes con sus caderas. Bambolea su cuerpo y atiza con su cola las puertas de metal de las habitaciones generando terror al otro lado. El enorme animal lleva un collar de perlas y un sombrero de terciopelo que simula sus cuernos recién limados. Adorna sus pestañas con un poco de rimmel negro, nada exagerado, y lanza mugidos complacientes cada vez que la serpiente se detiene para destacar la enorme disponibilidad de género.
- Le aseguro que no se arrepentirá elija lo que elija. Todos le van a salir buenos.
Al final del pasillo un par de bisones saltan de la mesa. Los dos corretean alrededor de la serpiente hasta que ésta los detiene con un bufido que, por un momento, suspende el palillo en la punta bífida de su lengua. La serpiente se desliza hasta un taburete donde se sube quedando enrollada. La vaca muge al entender la indicación y deja caer sus enormes posaderas sobre un montón de paja puesta ahí para clientes como ella. Los bisones, tras pedir permiso, le toman medidas haciendo un esfuerzo para no expresar su asombro cuando tallan cintura, pecho y estómago.
- A lo mejor necesitamos un par... - comenta el bisón más pequeño en tono apenas audible.
Cuando terminan de medir regresan a su mesa y comienzan a dibujar los patrones del vestido.
- Entonces, de todos los que hemos visto - sisea la serpiente - ¿cual prefiere?
- La mujer del principio, por supuesto - responde la vaca.
La serpiente se quita la gorra y abandona el taburete. Regresa reptando al pasillo sin apenas hacer ruido. La señora muge, como cuando estaba asustada en la granja, al iniciarse los gritos.

viernes, septiembre 23, 2011

El público está impaciente

El público está impaciente, las butacas son una tormenta de trucos producto de los nervios antes del espectáculo. El joven Potter juega con dos enanos mientras su mentor Dumbledore se entretiene disparando pequeños soplidos de Gárgamo que despeinan a un Houdini entretenido bajo un montón de cadenas. El hombre del sombrero de copa lanza conejos al aire y Cooperfield hace desaparecer el coche que había aparcado sobre cuatro butacas tras un chasquido y una nube de humo. Las brujas de la primera fila conjuran haciendo hablar a un gato mientras el acomodador regresa enfadado a la taquilla para que le devuelvan la forma humana desde su recién adquirida forma de sapo. El manco lanza cuchillos que se convierten en palomas y el mentalista obliga a los dos gigantes que tiene delante a cambiar de sitio.
Cuando se apaga la luz todos cuchichean impacientes. El maestro de ceremonias lanza fuego de entre los labios y tras ese fuego aparece un señor corriente con una espada en la mano. Todos callan y atrás, en los asientos baratos, se escapan un par de nubes de confeti que molestan un momento a los ricachones de castillo que prefieren los palcos. El hombre de a pie coge la espada y deja ver en la muñeca una cadena que se pierde entre bambalinas. La platea se le presenta vacía bajo conjuro, no entiende nada. Se escucha un chasquido y aparece tras él un látigo dirigido en la distancia por los dedos de un manipulador experto. El hombre respira rápido y alza la espada dirigiendo la punta contra sus labios. Algo le obliga a descender la hoja, que parpadea reflejando el aliento del faquir mientras se mueve.
El público mantiene la respiración, está a punto de no ver magia en el escenario.

martes, septiembre 20, 2011

Son ellos los que no tienen ni idea

No entiendo qué hace (luces rojas y azules parpadeantes). La verdad (explosión) no sé porque la toma conmigo (explosión). Yo lo hago bien, son ellos los que no tienen ni idea (estornudo, mirada de sorpresa). Salgo de casa temprano, recién duchado, con el pelo húmedo y tras dormir ocho horas (una mujer se aleja del ruido). Descansado, sin sueño. La radio siempre con poco volumen, pongo la música como para disimular (un anciano señala con el bastón mientras dos críos abren los ojos como platos). Esto no es justo (el sonido de una sirena). No es justo. ¿Qué hora es? ¿Las nueve de la noche? Macho, si llevo el día entero y ni un problema (su cara golpea contra el capó). No hace falta que lo haga tan fuerte (nuevo golpe). Le estoy diciendo que no es culpa mía (alcohol que rezuma de sus labios). Yo hago lo que me enseñaron (al fondo cuatro hombres sacan un bulto entre metales). En la autoescuela aprobé a la primera (el policía observa el caos a su alrededor).

sábado, septiembre 17, 2011

Tan cerca

- ¡Aquí estás!
Al principio era una broma. Una apuesta entre amigos que sale bien y convierte todo en maravilla.
- ¡Te pillé!
Líder en ventas, líder en paso de páginas sobre sillas de madera. Habitante de papel en todo tipo de salas de espera. Sin letras y producto de un libro.
- ¡Lo sabía, tenías que esconderte ahí detrás!
Después el mundo por montera. El primer mochilero en la metáfora del planeta saturado de humanos.
- ¡Por fin!
Pero las cosas cambian.
- ¡Ya te tengo!
El tiempo, las ganas de desaparecer, la necesidad de estar sólo. Cambiar de aires y cambiar de ropa.
- ¡Por tu culpa me di cuenta de que necesitaba gafas!
Esclavo de un tipo de ropa y un tipo de vida. Sin paredes en casa, toda una vida a disposición de otro, siempre bajo la yema de un dedo.
- ¡Anda que no me has hecho sufrir!
Asqueado por el olor de los cuartos de baño y el estreñimiento mental. Cansado de los tiempos muertos. Aburrido de no tener ni un segundo para revisar la mochila y cambiar su contenido.
- ¿Y este es Wally? Qué curioso, nunca me lo habría imaginado tan cerca de un precipicio.

miércoles, septiembre 14, 2011

Pues hoy el profesor era nuevo

- Pues hoy el profesor era nuevo. Un señor que huele a colonia que echa pa´tras y habla como el abuelo Antonio, se atraganta con las erres. No las dice bien, como te puedes imaginar mamá va a ser un lío en los dictados. Pero parece majo, dice que juega al fútbol y que de vez en cuando nos dará una hora libre. Luis se ha reído porque menos mal que siempre trae pelota. Nos dará todas las clases, sí, como la señora Manuela antes de desaparecer. ¿Dónde estará? Seguro que está por ahí fumando, el año pasado se cansó de esconderse por eso de las leyes. Que amargue tenía. Pero el profe nuevo no fuma, ni tan siquiera tose. Bueno tose lo normal, cuando hay gargajo. Ha dicho que las niñas suelen ser más listas que los niños y la Noelia se ha reído en mi cara. Joer como la odio, siempre tan lista. Luego en gimnasia seguro que no corre y la aprueban por la media. Para que no se enfade su madre. Pero ya se verá. Es el primer día. ¡Qué susto cuando nos ha dicho que abriéramos el libro! Pensaba que se me había olvidado leer. Menos mal que la abuela me puso deberes en el pueblo. El profesor nuevo se ha enfadado mucho con el Marcos porque no le ha leído rápido una frase fácil. Le ha metido una hostia, con la mano vuelta, como las que te pega papá a ti de vez en cuando. Él tampoco se ha quejado.

domingo, septiembre 11, 2011

El día de su cumpleaños

La sonda nasogástrica llegó al séptimo día, el día de su cumpleaños. Lucía nos miraba desde la cama, sonriendo, lejos de la sequía que nos estaba drenando las neuronas a todos los médicos. Ella, ojos dulces, lágrimas perfectas, husmeaba el alimento triturado como un gato hambriento. La enfermera puso en marcha la bomba con un pitido y el líquido viscoso viajó por el plástico hasta su estómago. Lucía recibió la comida como un trámite mecanizado.
Al ingreso Lucía era una niña normal si por normal se entiende doce años de una infancia que pregunta por todo, aspecto feliz de la mano de un padre preocupado y una madre intranquila que no sabe qué pasa. Lucía hablaba todo el tiempo. Hablaba con la enfermera, con el celador, con la mujer de la limpieza.
Lucía parecía perder peso por la boca, como si las palabras fueran gramos que escapaban sin esfuerzo. Se hacía transparente, su piel dejaba ver cada vena, los capilares, como un muñeco de anatomía recién pintado. Los primeros días fueron una travesía por la terapia conductual y la interconsulta múltiple a especialistas. Lucía se deshizo entre los médicos que la analizaron. La sangre perfecta, bioquímica de libro, y la mente lúcida, transparente. Nada había cambiado alrededor para justificar ese cambio por dentro. La niña perdía peso, la niña se desvanecía, pero la niña comía más incluso de lo indicado.
Utilizamos habitación individual con videovigilancia. Cuando estaba acompañada Lucía no dejaba de preguntar, llenaba sus doce años de interrogaciones. Cuando la dejábamos sola seguía charlando, conversaba con el vacío, en una discusión perpetúa con las paredes sobre sus dudas. De esas conversaciones a solas rebotaban preguntas complejas, cada vez más adultas.
Lucía siguió perdiendo peso, se hizo casi transparente. Los médicos calculábamos el volumen recibido, el balance calórico y el balance hídrico, y el resultado era un positivo que a ella le consumía. Todas las pruebas complementarias negativas, todas las pruebas de imagen un papel en blanco.
Antes de desaparecer Lucía nos reunió a todos. No hizo preguntas y tomó de la mano a sus padres que apenas sintieron su tacto. Nos dio las gracias y prometió cuidarnos. Ella nos dijo que todo estaba bien, que había entendido. Que no todos los niños tenían la suerte de hacerse invisibles a los trece años.

jueves, septiembre 08, 2011

Canuto de papel

Hizo un agujero en la tapa de la caja de zapatos. Un agujero único, costoso, hecho con ayuda de una tijera de punta roma y un bolígrafo azul. Aplicó un canuto de papel sobre el agujero y encendió uno de los puros de su abuelo sobre el extremo que quedaba libre. Pablo aguantó sin levantar hasta que el cigarro estaba consumido del todo. Cuando miró no quedaba ni un gusano de seda vivo, todos estirados, largos, sobre las hojas de mora. Su madre le preguntó qué había hecho cuando al entrar al salón se golpeó con el muro de olor a tabaco. Mario le dijo que ver la televisión. Su madre le dio un tortazo antes de cambiar de canal, quitar el documental sobre nazis, y poner la tertulia de sobremesa.

lunes, septiembre 05, 2011

Ax 3.0

El robot cirujano Ax 3.0 abre el estómago del hombre sobre la mesa. Escucha un pitido incómodo, intermitente, mientras el pequeño cilindro anestésico parpadea liberando gas en pulsos hasta lograr que el sonido cese. La mano metálica se empapa en sangre hurgando entre los intestinos. Gracias a la temperatura del metal en sus manos Ax 3.0 logra una hemostasia perfecta en cada vaso roto. Nada escapa a su mirada microscópica. El paciente mueve las piernas y la enfermera NanyXS inyecta en una de las venas un fármaco para que todo vuelva a la calma. Ax 3.0 continua atravesando intestinos hasta llegar al riñón izquierdo. Huele a pollo asado mientras derrite la grasa en la cápsula del órgano. De uno de los dedos surge una pequeña aguja que toma una muestra del enorme tumor que deforma la cúpula del riñón. La muestra viaja de la punta metálica al pecho del Ax 3.0 que transforma el tejido en un diagnóstico, un pronóstico y un tratamiento. Extrae el riñón colapsando arteria y vena con sus cuatro dedos al rojo vivo. El robot tira el órgano a la basura sin levantar los tres ojos de cuarzo de la mesa de operaciones. Cierra por planos a gran velocidad y sutura la piel con un láser rojizo que apenas deja cicatriz. Ax 3.0 se endereza y emite un ronroneo metálico. El cilindro anestésico ocluye la espita de salida, el sedante deja de salir a través del tubo. Pasan unos segundos y el pitido incómodo regresa acompañado de dientes de sierra sobre el pecho de NanyXS. Los androides se deslizan hacia atrás para separarse de la mesa de quirófano. Del techo desciende una esfera negra que atrapa por el abdomen el cuerpo ya flácido. El quirófano pone en marcha el sistema de lavado mediante autoclave en cuanto los robots se apagan. Al otro lado de las paredes de plomo se escucha algo parecido a un grito cuando Ax 3.0 comienza a gotear.

viernes, septiembre 02, 2011

Mariano


Os presento a Mariano.
Desde aquí os invito a conocer "El globo sonda" y su novela colaborativa en desarrollo "El cable de Ariadna".
Gracias a Carlos Lapeña, Carlos Candel y Juapi por permitirme colaborar en este proyecto.
Espero vuestras opiniones.
Espero vuestras críticas.

Un saludo, Alberto.


ATRAPAPALABRAS
"Un blog de microrelatos y poesía. Alberto García Salido es su autor. Especialista en relatos de cien caracteres, sólo cien. Y las fotos son muy buenas..."

DIARIO DE DÍAS RAROS
"Gracias a Alberto García Salido, "No pasa nada de nuevo...", Por mostrarme su magnífica obra..."

ASAMBLEA DE PALABRAS
"... es el blog que edita, desde algún lugar de España, Alberto García Salido. Sus textos tienden a la brevedad, ya sean poéticos o narrativos..."

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