jueves, diciembre 29, 2011

Mujer hecha y derecha

Entre los montones de ropa inundación de berridos. Unos segundos las camisas, una eternidad las faldas, no interesan los gorros pero si, un poco, los guantes de lana. Con la madre detrás, dando gritos porque está sorda. En realidad están sordas las dos y se comunican como si hubiera distancia a unos centímetros. La cara de la dependienta cambia de propietaria pero no cambia de gesto. En todos los sitios el mismo juego.
- ¡Mamá deja de seguirme! ¡Soy ya una mujer hecha y derecha!
La hija se estremece con las muletas, un casi me caigo constante, parece un potrillo recién estrenado. Como si las gafas de culo de vaso fueran dos escudos y no importara el impacto. Kamikace de la vida, nada le da miedo. El bolso enorme se bambolea como un péndulo sobre su espalda. Llaman la atención, el punto y la coma. La madre, señora de pelo grasiento y boca negra, que pide perdón y pone la mano sobre los hombros. "Perdone, está enferma". "Perdone, no sabe lo que dice". "Perdone, está coja". "Perdone, no sabe lo que hace". Entre ser y no saber todo son gestos de no pasa nada. Las dos mujeres, un grito y efecto doppler, atraviesan las tiendas como un terremoto. El suelo lleno de ropa y la exposición como después de rebajas. Siempre suenan las alarmas cuando cruzan la puerta. Entre muletas, dientes de saldo y prótesis varias las dos salen calle arriba, calle abajo, echando pestes sobre su raza. Se oyen los improperios hasta llegar al coche. Ahí las dos recuperan los sentidos y tientan la ropa para buscar las alarmas.

lunes, diciembre 26, 2011

Inspiración

Inspiro.
El frío del agua es excusa para escapar del letargo.
No hay viento, las plantas ondean seduciendo a los peces en un mundo que oscila.
Las manos muy lentas.
Las piernas pesadas.
Nadie escucha los gritos.
Las piedras flotan a medias y quedar atrapado resulta distinto.
Caer a cámara lenta es simular un suicidio.
El barco se aleja surcando la superficie invisible.
Debajo del agua se hace de noche.
Me pican los ojos.
Inspiro.

viernes, diciembre 23, 2011

Aíretol

Al hambriento y sucio mendigo le tocó la lotería.
Le han dejado en la basura un par de hamburguesas podridas.

martes, diciembre 20, 2011

Desconocidos

La madre, abrigo hasta los labios y guantes de lana, camina por la calle seguida de cerca por su hijo. Una marea de desconocidos sale y entra de las tiendas en un flujo que no puede ser casual. El cielo, negro al cumplir su trato diario con el Sol, crea un fondo perfecto para las miles de luces que brillan sobre la calzada. De fondo el sonido de los coches y el run-run de los villancicos. El niño se detiene. No señala una tienda, no hay escaparate en su horizonte más allá de un abrigo de piel con sonrisa extraña. Permanece inmóvil y puede ver cómo se aleja su madre. Siente que se diluye mientras es golpeado por los viandantes descuidados. Se convierte en partícula invisible cuando su madre echa la mano atrás para agarrarlo y descubre que no está a su lado.
La madre se gira y tanto desconocido, tanta luz, se le hacen combate de boxeo contra los párpados. No puede encontrar lo que busca. Comienza a decir un nombre y la gente se gira como si escucharan a una loca pidiendo un regalo extraño. La madre mira al centro de la calzada, busca en la acera, y todo alrededor se hace navidad terrible. El niño se deja llevar por otra madre que le tapa la boca mientras la suya comienza a buscarlo.

sábado, diciembre 17, 2011

Entre las manos

El escritor se desvaneció como unos puntos suspensivos. Abandonó hogar, bebidas y cuentas pendientes. Entre lo poco que dejó en los armarios una gabardina gris con los bolsillos llenos de arena, mitad montaña, mitad playa, metáfora de un tipo entre medias. La policía no preguntó mucho y los vecinos agradecieron su ausencia. Resultaba incómodo tenerle de pie mirando a oscuras por la ventana. Regalaron sus libros, todos a estrenar, y dejaron las estanterías listas para un ejército de porcelana. El casero tardó meses en alquilar la casa a un hombre de barba poblada y ojos oscuros que le cayó bien por recordarle al desaparecido.
El inquilino, puertas cerradas, paseó la casa como un perro olisqueando motivos. Buscó bajo cada pedazo de parqué y terminó con los rodapiés hechos una pila en el salón. Cuando la casa parecía una raspa, detrás de la nevera, encontró un sobre lacrado con un sello en forma de rueda. Celebró como un loco haber hallado quizá un testamento. Abrió botella de vino y vaso de plástico para terminar encima de su cama para la lectura. El sobre se deshizo en papel amarillo y leyó en letras grandes, temblorosas, dos líneas paralelas que parecían derramarse sobre una esquina. "La última vez que fui escritor era papel entre las manos". Apagó la luz y se acercó a la ventana. La silueta como una sombra tras el cristal y el mundo, otra vez nuevo, al otro lado.

miércoles, diciembre 14, 2011

La cena para Navidad.

- Quiero la cena para Navidad.
La señora suelta unas pompas. El puesto está lleno y parte del género, aún vivo, se revuelve en el interior de la urna de aire.
- No sé que llevarme.
El dependiente estira el garfio y señala dos brazos.
- ¿Recién cortados? - añade.
La señora separa las branquias.
- Con eso aciertas seguro - escucha detrás.
Se revuelve, dos piruetas, y enseña los dientes antes de hablar.
- Ponme dos izquierdos, que suelen estar más blandos.
El pulpo estira los tentáculos y levanta la urna. Las capturas patalean tiñendo de rojo el océano.


domingo, diciembre 11, 2011

Tres contra uno

Desde lejos se les señala como cuatro fantoches que se han disfrazado para llamar la atención. Tres contra uno y los vasos llenos de whisky sobre la mesa, parece que resulta más sencillo estar borracho cuando te la juegas. Alrededor ocho elfos observan cada movimiento mientras los camellos escupen saliva, con mirada torva, sobre la arena de la playa.
Terreno neutral.
La eternidad es demasiado tiempo y eso de compartir no se lleva bien. El hombre de rojo, seis meses sin afeitarse la barba, lo quiere todo para él. Anuncios, regalos y protagonismo. Ya está cansado de ser propietario de tan sólo el oeste de las ilusiones. Los otros, los tres amigos de sonrisa falsa, llevan más de un siglo con ideas de expansión. Sus capas brillan demasiado como para conformarse con unos cuantos países. Para ellos las noches son una tortura llena de estrellas, demasiadas tentaciones en el cielo.
Después de muchas negociaciones llegaron a un acuerdo. Los renos hicieron varias vueltas al mundo buscando métodos sencillos para obtener un vencedor irrefutable. Les fue difícil pasar desapercibidos en casinos y callejones, sobre dos patas es difícil esconder los cuernos.
Lo harán por turnos. Moneda al aire para ver quién empieza. Si le toca al gordo el gordo pierde, si le toca a alguno de los monarcas palmarán los tres.
Firman un papel marrón con tinta mágica, los elfos son maestros para estas cosas. Después beben un trago, brindan, se sonríen, mientras un enano verde lo deja todo preparado. Las olas al fondo generan un ambiente extraño, como de ascensor al aire libre, que relaja por un momento la tensión.
La moneda al aire y toca cara. Los cuatro se miran con un gesto estúpido hasta que el negro se carcajea. Será el primero y se engaña pensando que es el que más fácil lo tiene.
Los dedos enguantados del mago se deslizan sobre la mesa hasta la empuñadura. Al llevar el cañón contra el lateral de su frente le sorprende lo poco que pesa.

jueves, diciembre 08, 2011

Tal para cual

- ¿Qué tal cariño? Deja las cosas sobre el sofá, no pasa nada. ¿Mucho trabajo? Siéntate, siéntate. Te he preparado sopa, calentita, con mucho caldo, como dice tu madre. Vaya día, tienes pinta de haber trabajado mucho. Dame un beso... pero mira que eres arisco. Pues yo he estado leyendo, no todo el día. Porque si leo todo el día no te hago la comida, no te plancho los trajes y no te limpio la casa. Espera, toma una servilleta. Pues como te decía he estado leyendo, no he puesto la tele ni un segundo. Siempre me dices que veo mucho la tele así que hoy te he hecho caso. Y ha sido interesante. Me he puesto un te, casi un litro, y me he sentado junto a la ventana. ¿Quieres pan? ¿No? Bueno. Pues eso, me he sentado ahí, en el sillón y me he puesto a leer. No veas que interesante, ¡cuanta razón tienes! Un segundo, que te echo agua. ¿Quema? Lo siento, no tengo aún cogido el truco a la temperatura. La cosa es que se me ha pasado la mañana rapidísimo. Sin tele ni nada. De vez en cuando pensaba en ti. En lo bien que hiciste de joven siendo tan estudioso. Y en lo bien que hiciste en casarte conmigo para que alguien te cuidara. ¡Somos tal para cual! Deja la corbata ahí si quieres. ¿Pica? Es una receta nueva, el libro que me he leído era un libro casi de cocina. ¿Te acuerdas que uno que me regaló tu madre? ¿Estás bien? Mira es este. Un superventas. Lo ha escrito el periodista ese de barba que tiene el programa de sucesos en la primera. Te cuenta un montón de casos sin resolver pero el tío, fíjate qué listo, tiene una explicación para todos. Te explica un montón de recetas, de venenos. Yo creo que hay que ser muy listo para que te pillen. Oye, ¿no te gusta la sopa o qué? No me cabreo si no te la tomas entera, con que la que te has tomado me vale.

lunes, diciembre 05, 2011

¿Cuanto cuesta?

El escaparate repleto de éxitos. Un antes y un después rotundos, sin miramientos, nada de grasa donde no se merece. Caras serias con estómagos planos recién adquiridos.
Al otro lado del cristal un local de paredes blancas, dos estanterías. Revistas del corazón mezcladas en abanico con publicaciones científicas. En combinar está el gusto.
Los muebles de madera y las sillas, cuatro, se pegan a la pared. Dos a un lado y dos a otro, para crear un pasillo ancho, como los clientes, hasta la puerta cerrada de la consulta.
Paredes limpias, sin carteles pidiendo silencio porque no hace falta. El gotelé presagia sudor en la piel de los que acuden. De vez en cuando se escucha el sonido de pasos, la única pista para que se prepare el siguiente.
Cuatro adultos, dos hombres y dos mujeres, se derraman sobre las sillas. No se mueven, encajados, llenando la cabeza con ideas de triunfo sobre la grasa. Tan sólo piel sobre piel sobre piel. Tan solo pliegues con venas pequeñas que rompen en puntos rojos cuando hace frío.
Se abre la puerta y el último paciente cruza el local sin levantar la cabeza. En sus brazos dos líneas hacen ver que es ahí donde ha empezado a ser efectivo el tratamiento. El cuerpo todavía redondo abandona la clínica para hacerse estorbo en la acera.
Una mujer de blanco asoma la cabeza, sonriente. Dice el nombre del nuevo y el nuevo se despega de la silla. Su cintura mantiene la forma de los reposabrazos el tiempo suficiente como para sorprender a los que ya no se acuerdan de lo que era eso.
Suena el pestillo. Los que esperan reinician la lectura, el silencio, al tiempo que la silla chasquea tomando descanso. Al otro lado de la pared se inicia el intercambio.
Transcurrida media hora se abre la puerta y el nuevo cruza el pasillo. Esconde las lágrimas aprovechando un pliegue entre los párpados. No se despide. No mira el cartel del escaparate que le llamó la atención. Ahí se deja claro que "El único precio es la felicidad". Un gordo triste es un flaco en ciernes. Volverá la semana que viene con diez kilos menos. Esto acaba de empezar.

viernes, diciembre 02, 2011

¿Por qué no le das tu cartera?

Se topó de bruces, como un muro contra el viento. El mendigo negro, con gorro de lana y dientes blancos, le enseñaba el periódico envuelto en plástico, una bandera que ondeaba pidiendo socorro. Él, mañana fría y soleada en la mente, pasaba de largo con un buenos días que se congeló en la primera sílaba.
Pero se detuvo.
Una pregunta en su cabeza hizo aparición, un fogonazo que surge desde la ignorancia a la estupidez. Se hizo una entrevista mental que se inició con siete palabras.
"¿Por qué no le das tu cartera?".
La discusión echó chispas.
Puede que esa pregunta se la inoculara el mendigo gracias un poder africano que hacía más efectivo estar en la calle con la palma hacia arriba. O fue quizás un embrujo, una especie de vudú para dar lo que tenemos sin remisión, para ser más justos y parecer más buenos.
Él se revolvió contra la idea, luchador incansable. Sintió como su cartera ascendía en el bolsillo buscando el exterior frío de noviembre. A su lado los dientes blancos seguían ahí, acompañando un periódico caducado con más recuerdos que noticias.
"¿Por qué no le das tu cartera?"
El hombre sacó la piel de vaca, resignado, y dio un par de pasos atrás sufriendo las consecuencias de la derrota. Rebobinó para ponerse junto al mendigo que bajó el periódico extrañado. El hombre dejó caer su cartera sobre la palma todavía abierta. El hombre no tuvo tiempo de preguntarle antes de que se largara, deprisa, dando la vuelta a la esquina.
Ya más tranquilo anduvo un par de manzanas deteniéndose junto a un semáforo. Miró a izquierda y derecha, a su lado una mujer daba besos a un niño. Sintió un latido, otra interrogación.
"¿Por qué no cruzas en rojo?"


ATRAPAPALABRAS
"Un blog de microrelatos y poesía. Alberto García Salido es su autor. Especialista en relatos de cien caracteres, sólo cien. Y las fotos son muy buenas..."

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