miércoles, junio 01, 2016

Homeopática ella

Recuerdo la primera vez que me dijeron que con ella todo era posible, a un módico precio, a un módico espacio de lo que fui y lo que debía creer. Ella estaba ahí, porque había estado siempre, memoria de un tiempo pasado en el que un clavo quitaba otro clavo. La palabra en el oído del desesperado es como una gota en el pez que hace flexiones sobre el desierto. La evidencia es decir lo que quieren oír. Porque esa es la clave, decir la verdad mintiendo a poquitos. Como me mentía mi abuela los domingos antes de abrir la puerta de la iglesia. Aquí estamos mejor porque estamos más limpios, decía, aquí estamos dentro y al otro lado estamos fuera. Solos y fuera. Y mi abuela era una señora menuda que en lugar de brazos tenía nudos, raíces nutridas por esa agua que es la memoria. Al fin y al cabo somos eso y mirar atrás siempre distorsiona las cosas. Yo era más guapo y más listo en mis recuerdos de ayer. Pero es ella, ella en la mano de él sobre el papel en blanco. No es una receta, recuerda, no es una receta. La desesperación es una forma de vida y los escépticos encuentran paredes dónde nosotros ponemos la puerta. Y yo me río, y me recuerdo al desesperado frente al pelotón de fusilamiento. Ahora más o menos estoy ahí, así que no pierdo nada por cerrar los ojos y escuchar los cantos de esta sirena. Hoy cualquier mentira me hace un favor y suficiente me han dicho al otro lado de la mesa como para saber que favores me faltan para el tiempo que me queda. La descubrí en la televisión, en la voz de ese famoso que presume de salud sobre billetes de cientos de euros. Navegan una ola de otros mundos y ellos saben de qué hablan, si usan esto es porque esto es lo caro que sale barato. Unas gotas, una dilución infinitesimal y todo será diferente. Usted crea y déjese llevar, abra la puerta, no vea una pared. Reconozco la duda, pero la duda es de los valientes. Entrego el dinero ahorrado y las expectativas, sé que ellas me llevaran lejos. Ahora tan solo me queda abrir la boca, sentir que no hay placebo en esta mentira piadosa, y dejarme llevar por lo inocuo e inútil antes de que me vuelva invisible. Estoy listo para beber y dejar de lado aquello que tan solo me puede curar pero nada me asegura. Separo los labios y cae el primer trago, y me engaña tan bien que olvido que todo es mentira.




2 Respuestas:

el marido de la portera ¿Crees que sí pasó algo?

No conocía tu blog y ha sido una sorpresa agradibilísima. Me gusta muchísimo tu forma de escribir. Volveré a seguir leyéndote.

Un saludo

Citopensis ¿Crees que sí pasó algo?

Gracias!!!


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