La luz se encendió de golpe y Pedrito, sorprendido con una linterna bajo la sábana, se quedó quieto esperando el golpe.
- ¿Qué estás haciendo? - gritó el padre.
Pedrito apagó la luz y se movió despacio. Deslizó la cabeza hasta la almohada mientras empujaba con los talones la razón de su falta.
- ¿Eres imbécil o qué? - el padre se acercó hasta respirarle al otro lado de las pestañas - Tienes que dormir bien, mañana es un día importante - continuó poniendo la mano sobre uno de sus brazos. - No puedes fallar.
Pedrito abrió los ojos y asintió ligeramente con la cabeza.
- Así me gusta. Nada es más importante que tu futuro - dijo acercándose a unos centímetros de su oreja. - Mañana empieza tu futuro hijo mío.
Pedrito vio a su padre salir de la habitación a oscuras. Este dejó la puerta abierta y se mantuvo unos segundos bajo el marco. Agitó el puño y susurró el nombre de un par de futbolistas antes de desaparecer hacia el salón. Pedrito se dio la vuelta, llorando de rabia, y rozó con los pies su libro de matemáticas.