miércoles, marzo 02, 2016

No hay poderes al otro lado

Todos los 29 de febrero Clark Kent se mira al espejo sabiendo que no hay poderes al otro lado, que hoy es tan sólo un humano. Peinarse como un miope y sentir sueño, sueño que el resto del tiempo es propiedad de esos seres que a los que se parece con un regusto amargo. 
Clark Kent pierde los poderes un día cada cuatro años. 
Lo descubrió con sus coches de plomo porque un crío normal es incapaz de tirar de algo que pesa como una piedra por mucho que esté jugando. Está bien ser lo que uno parece de vez en cuando, sentirse vulnerable deja las cosas claras, da perspectiva. 
Clark sale a la calle y se detiene en todos los semáforos. Su otro yo no necesita de colores y en días como hoy debe tener cuidado. Clark considera ridículo morir de un golpe contra un parachoques para que a medianoche el corazón recupere su marcha superheroica y se vea obligado a romper el ataúd de un puñetazo. Crack. Clark Kent, el nuevo resucitado. En el caso de que hubiera testigos sería complejo de explicar si además lo complementas con visión de rayos X, la capacidad de volar, fuerza prácticamente ilimitada y la velocidad de una bala. De ahí al nuevo Mesías hay tan solo un par de buenos anuncios y dos o tres milagros. 
Clark se toma el café de la mañana y redescubre lo que no sabe interpretar con su lengua superheroica. En el Daily Planet saluda como todos los días, hoy no esquivará a nadie con un par de zancadas sónicas. Se sienta en su mesa y toma un protector gástrico. Todos lo hacen allí tanto por lo que hay dentro como por lo que hay fuera. Louis le parece hoy más atractiva al ser menos visible, eso de no poder quitarle la ropa entornando los párpados le hace utilizar la imaginación que nunca necesita. La imaginación es el superpoder favorito de los humanos. Teclea como los demás mientras percibe los dedos cada vez más pesados. Sonríe, porque ha leído en su fortaleza de la soledad, que sentir es lo que define a los humanos y él ahora siente su cuerpo, sus imperfecciones, como un relojero que pone a punto un aparato. 
A Clark el día se le hace largo, tedioso, pesado, una cera que se derrite. Mira a través de la ventana para ver cómo el sol cae poco a poco en el horizonte. Piensa en todos sus enemigos. Lex estaría encantado de saber que ahora sólo es carne y hueso, un enemigo de plastilina que facilmente se deforma y sufre daño.
Se despide con un bostezo, algo que siempre simula pero que esta vez sale del centro de su pecho como un grito inesperado. Está cansado, aburrido, igual que esos pasajeros del metro atrapados por la música de sus cascos. Hoy no puedo oír lo que ellos oyen, hoy no puede escuchar el grito de un par de ancianas dentro de un callejón al ver cómo un tipo les amenaza con un cuchillo ensangrentado.
Clark compra la cena en la tienda de congelados del barrio. De camino a casa siente el frío sobre los dedos como un regalo. Abre la puerta, enciende las luces y se pone cómodo. El chándal de la universidad siempre es un refugio, todavía recuerda el examen que hizo un día como hoy hace ya muchos años. Suspender era una experiencia que le había gustado. Tras cenar y quemarse sutilmente la lengua deja sobre la mesa de la cocina los platos y cubiertos sucios. Mañana los recogerá, limpiará, secará y colocará en menos de lo que tarda usted en ver que hay un punto al final de este párrafo.
Clark apaga las luces y sale al rellano. Sube las escaleras hasta la azotea y allí se dirige hacia un pequeño cubo metálico empotrado en la pared. Busca la llave en el bolsillo y abre el recipiente dejando que escape de su interior un brillo verde y extraño. Clark coge la kriptonita, el minúsculo resto de su planeta, y lo observa. Es irónico que sea invulnerable a ella en el momento en el que es más vulnerable al resto de cosas. Dedica unos minutos a limpiar el pedazo de roca antes de volver a dejarla dentro.
Tras cerrar la pequeña puerta guarda la llave y mira el reloj. Quedan apenas unos segundos para que acabe el día. Con no poco esfuerzo es capaz de subirse al muro que separa la azotea del vacío. Desde ahí puede sentir vértigo, miedo e incertidumbre. Clark se estremece y disfruta de esas tres sensaciones antes de dejarse caer con los ojos cerrados.

2 Respuestas:

Ester ¿Crees que sí pasó algo?

Desde antiguo un bebé que naciera en año bisiesto era una persona considerada especial, con poderes sobrenaturales, seguramente como el director del periódico, La Bougie, que solo saca edición el 29-F. Un saltibrinco

Citopensis ¿Crees que sí pasó algo?

Gracias por el comentario... y por el descubrimiento.
Un saludo.


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