jueves, febrero 28, 2013

Naufrago


El naufrago, rodillas en tierra, acaricia el agua. Le hace sombra el árbol del que caen dos ángeles que le amenazan en picado. A unos metros cuelga lo que quedó de su pantalón roto. Él, impaciente, se acaricia la cara deseando tres días más para que la barba maquille su piel. Traga un par de caramelos y observa el horizonte que pone frontera a su océano con una valla metálica de motivos arbóreos. Alrededor, como otras veces, se amontonan ya los tiburones. Salivan pensando en el espectáculo que será su vuelta a tierra firme cuando lleguen los azules. Al levantarse imagina el brillo en sus ojos ante la carne fresca. Quizá enseñen los dientes cuando comienza a trepar el tronco de piedra. 
Una vez arriba, sobre el cabello pétreo de sus dos vigilantes, descubre las luces parpadeantes que anuncian su rescate. Los tiburones se excitan agitando sus cuerpos, listos para el banquete. Él saluda, lejos en su isla, antes de saltar. En el aire ve cómo cierran los ojos y ocultan sus dientes. Demuestran que son depredadores de mentira para un naufrago de verdad.


sábado, febrero 23, 2013

La película


Los monstruos se preparan para el comienzo de la película. Se miran unos a otros intranquilos. Cuando se apagan las luces los hombres lobos aúllan excitados al saborear sobre sus pituitarias el miedo en la carne putrefacta de los zombies.
La música comienza. Piano que juega con los agudos e irrumpe en orquesta sinfónica al tiempo que la pantalla se convierte en un cielo azul vacío de nubes. Silencio, salvo en los que necesitan gemir para respirar. Zoom picado que acompaña a un meteorito y permite ver un pueblo, que se convierte en calle, que se convierte en casa, que se hace agujero en el tejado y que percute sobre una gorra roja con visera blanca. Nada se oye en la platea salvo el golpe de la puerta al ser cerrada por el acomodador.
La gorra y el meteorito esférico permanecen en primer plano. Entonces, precedido por el silbar de una flauta dulce, surge un dedo rechoncho seguido de una mano infantil que hace desaparecer la pequeña piedra. El niño, de mejillas sonrosadas y pantalones vaqueros sonríe mostrando huecos entre sus dientes de leche. Los monstruos gritan asustados convirtiéndose incluso en murciélagos un par de vampiros. El acomodador gira la llave en el candado para que nadie pueda abandonar la sala. Él, goteando sangre entre las vendas, camina hasta su hacha y escucha indiferente los gemidos al otro lado la pared. Observa el reloj de arena que le indica cuándo habrá terminado la película y abre su viejo libro sobre cine. La lectura acerca de esa cosa terrorífica bautizada como animación le mantendrá ocupado hasta que pueda dejarles salir.


domingo, febrero 10, 2013

Los premios Goya-Martínez

Como era costumbre el segundo fin de semana de febrero se entregaron los premios Goya-Martínez. Al padre le dieron, de nuevo, el de mejor director. Los gritos justos y la acción muy comedida. El abuelo se llevo el de producción; la familia tenía de todo gracias a su herencia adornada por el Alzheimer. La madre hizo esta vez triplete. Dirección de producción, vestuario y guión adaptado. Gracias a ella eran la envidia del resto de trabajos en el barrio. La hija mayor se llevó el de efectos especiales y mejor música original. Digamos que la adolescencia había derivado en un seísmo de particularidades. El perro logró el de animación, todo el rato de acá para allá ladrando. El hijo mediano se hizo con el ansiado premio de actor revelación. En su familia siempre le habían estado esperando y, por fin, destacaba en algo. Era horrible en todo menos en eso de jugar al fútbol. Sus padres pensaban que quizá con los años él podría hacer de productor cuando se jubilara el abuelo. La mujer de la limpieza también logró el suyo. El premio a mejor actriz secundaria cayó en sus manos en dura disputa con la niñera. Ésta, la última en llegar, se llevó una pequeña decepción pero fue capaz de poner esa cara de ella se lo merece más cuando se entregaron los premios. No se movió en la silla y apretó muy fuerte al bebé contra su pecho. Sabía que el año siguiente sería el suyo gracias al guión que estaba planeando. La ceremonia le fue útil para estudiar a la familia e iniciar  el trabajo de casting. Sin duda su película iba a necesitar de pequeños cambios en el reparto.

domingo, febrero 03, 2013

Ojo clínico

Él, médico de gran ojo clínico, nunca erró un diagnóstico.
Él, hombre con sobrepeso, sintió un alfiler que explota en cristales justo encima de su oreja izquierda.
Él, de rodillas y con medio cuerpo inerte, maldijo sus amplios conocimientos de medicina.
Él, ermitaño en casa enorme, miró el teléfono a unos metros.
Él, extraño en decúbito prono, balbuceó el tratamiento.
Él, con interferencias destrozando la memoria, pensó absolutamente en ella.
Él, con los ojos desconectados, supo que nadie golpearía su puerta.


ATRAPAPALABRAS
"Un blog de microrelatos y poesía. Alberto García Salido es su autor. Especialista en relatos de cien caracteres, sólo cien. Y las fotos son muy buenas..."

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