Se lanzará desde el trapecio. Y saldrá volando.
Lo lleva avisando desde hace tiempo: “Yo puedo volar con los ojos cerrados” repetía. Nadie le escuchó y obviamos así su locura.
Cuando empezó a mencionarlo provocaba la risa. Ahora, al verlo ahí arriba, provoca otras cosas. No queda tiempo. La policía no llegará y nuestras palabras no alcanzan tan alto. No pueden trepar ahora hasta sus oídos.
Se pliegan sus párpados y cae sin mirarnos.
El suelo se mancha enseguida con un estallido.
Me miro los pies. Salpicados, bien llenos de plumas.
jueves, abril 24, 2008
No pueden trepar ahora hasta sus oídos.
miércoles, abril 16, 2008
Sino hay comida debo salir a buscarla.
Mejor el dragón que mamá.
Siempre ha sido esa la manera de solucionar los problemas en casa. Sino hay comida debo salir a buscarla. No importa dónde la encuentre, pero con tal de no darle explicaciones a veces es preferible jugarse la vida. La espada medalla y una armadura hecha con cobre del malo son mis únicas bazas. Abro la puerta y me marcho montado en un triste caballo muerto de hambre.
Ante nosotros aparece el oscuro camino hacia la montaña de fuego, lugar en el que la bestia hizo su gigantesco nido. Debo robar sus huevos.
O sino comerán de los míos.
jueves, abril 10, 2008
Me quitó las ganas de comer chucherías
Tiene mis manos, mis ojos y mi pelo revuelto. Copió mis palabras y me robó la forma de andar. Me quitó las ganas de comer chucherías y se llevó la paga que ya nunca me dan. Me robó los sueños y sus juguetes eran antes todos mis premios.
Estoy cansado del sillón, de la sopa más fría y las caricias que sobran. Yo quiero lo mío pues parece que ya no me toca.
Apago las luces y cojo mi almohada. Mi hermano dormido no es más que una copia.
Cuando termine de hacerlo no será más que otra triste historia.
miércoles, abril 02, 2008
Sonrisa irónica
- ¡Niño, tira pa' Linares! - ordenó.
El sargento miró al cielo. La mañana se presentaba tranquila y no volverían allí en al menos otro par de días. Tanto él como su subordinado merecían un descanso. A su lado el joven cabo dejó el fusil en el suelo y, temblando de frío, recogió los bártulos. Cumplida la misión se alejaron con paso rápido dejando el cuerpo bajo el muro. Sin ver que en el rostro del prisionero quedó congelada una sonrisa irónica.
Con aquella orden, pensaba el cadáver, el sargento había inventado una elegante manera de disparar a un pueblo para matar a un hombre.
ASAMBLEA DE PALABRAS