jueves, diciembre 29, 2011

Mujer hecha y derecha

Entre los montones de ropa inundación de berridos. Unos segundos las camisas, una eternidad las faldas, no interesan los gorros pero si, un poco, los guantes de lana. Con la madre detrás, dando gritos porque está sorda. En realidad están sordas las dos y se comunican como si hubiera distancia a unos centímetros. La cara de la dependienta cambia de propietaria pero no cambia de gesto. En todos los sitios el mismo juego.
- ¡Mamá deja de seguirme! ¡Soy ya una mujer hecha y derecha!
La hija se estremece con las muletas, un casi me caigo constante, parece un potrillo recién estrenado. Como si las gafas de culo de vaso fueran dos escudos y no importara el impacto. Kamikace de la vida, nada le da miedo. El bolso enorme se bambolea como un péndulo sobre su espalda. Llaman la atención, el punto y la coma. La madre, señora de pelo grasiento y boca negra, que pide perdón y pone la mano sobre los hombros. "Perdone, está enferma". "Perdone, no sabe lo que dice". "Perdone, está coja". "Perdone, no sabe lo que hace". Entre ser y no saber todo son gestos de no pasa nada. Las dos mujeres, un grito y efecto doppler, atraviesan las tiendas como un terremoto. El suelo lleno de ropa y la exposición como después de rebajas. Siempre suenan las alarmas cuando cruzan la puerta. Entre muletas, dientes de saldo y prótesis varias las dos salen calle arriba, calle abajo, echando pestes sobre su raza. Se oyen los improperios hasta llegar al coche. Ahí las dos recuperan los sentidos y tientan la ropa para buscar las alarmas.

lunes, diciembre 26, 2011

Inspiración

Inspiro.
El frío del agua es excusa para escapar del letargo.
No hay viento, las plantas ondean seduciendo a los peces en un mundo que oscila.
Las manos muy lentas.
Las piernas pesadas.
Nadie escucha los gritos.
Las piedras flotan a medias y quedar atrapado resulta distinto.
Caer a cámara lenta es simular un suicidio.
El barco se aleja surcando la superficie invisible.
Debajo del agua se hace de noche.
Me pican los ojos.
Inspiro.

viernes, diciembre 23, 2011

Aíretol

Al hambriento y sucio mendigo le tocó la lotería.
Le han dejado en la basura un par de hamburguesas podridas.

martes, diciembre 20, 2011

Desconocidos

La madre, abrigo hasta los labios y guantes de lana, camina por la calle seguida de cerca por su hijo. Una marea de desconocidos sale y entra de las tiendas en un flujo que no puede ser casual. El cielo, negro al cumplir su trato diario con el Sol, crea un fondo perfecto para las miles de luces que brillan sobre la calzada. De fondo el sonido de los coches y el run-run de los villancicos. El niño se detiene. No señala una tienda, no hay escaparate en su horizonte más allá de un abrigo de piel con sonrisa extraña. Permanece inmóvil y puede ver cómo se aleja su madre. Siente que se diluye mientras es golpeado por los viandantes descuidados. Se convierte en partícula invisible cuando su madre echa la mano atrás para agarrarlo y descubre que no está a su lado.
La madre se gira y tanto desconocido, tanta luz, se le hacen combate de boxeo contra los párpados. No puede encontrar lo que busca. Comienza a decir un nombre y la gente se gira como si escucharan a una loca pidiendo un regalo extraño. La madre mira al centro de la calzada, busca en la acera, y todo alrededor se hace navidad terrible. El niño se deja llevar por otra madre que le tapa la boca mientras la suya comienza a buscarlo.

sábado, diciembre 17, 2011

Entre las manos

El escritor se desvaneció como unos puntos suspensivos. Abandonó hogar, bebidas y cuentas pendientes. Entre lo poco que dejó en los armarios una gabardina gris con los bolsillos llenos de arena, mitad montaña, mitad playa, metáfora de un tipo entre medias. La policía no preguntó mucho y los vecinos agradecieron su ausencia. Resultaba incómodo tenerle de pie mirando a oscuras por la ventana. Regalaron sus libros, todos a estrenar, y dejaron las estanterías listas para un ejército de porcelana. El casero tardó meses en alquilar la casa a un hombre de barba poblada y ojos oscuros que le cayó bien por recordarle al desaparecido.
El inquilino, puertas cerradas, paseó la casa como un perro olisqueando motivos. Buscó bajo cada pedazo de parqué y terminó con los rodapiés hechos una pila en el salón. Cuando la casa parecía una raspa, detrás de la nevera, encontró un sobre lacrado con un sello en forma de rueda. Celebró como un loco haber hallado quizá un testamento. Abrió botella de vino y vaso de plástico para terminar encima de su cama para la lectura. El sobre se deshizo en papel amarillo y leyó en letras grandes, temblorosas, dos líneas paralelas que parecían derramarse sobre una esquina. "La última vez que fui escritor era papel entre las manos". Apagó la luz y se acercó a la ventana. La silueta como una sombra tras el cristal y el mundo, otra vez nuevo, al otro lado.

miércoles, diciembre 14, 2011

La cena para Navidad.

- Quiero la cena para Navidad.
La señora suelta unas pompas. El puesto está lleno y parte del género, aún vivo, se revuelve en el interior de la urna de aire.
- No sé que llevarme.
El dependiente estira el garfio y señala dos brazos.
- ¿Recién cortados? - añade.
La señora separa las branquias.
- Con eso aciertas seguro - escucha detrás.
Se revuelve, dos piruetas, y enseña los dientes antes de hablar.
- Ponme dos izquierdos, que suelen estar más blandos.
El pulpo estira los tentáculos y levanta la urna. Las capturas patalean tiñendo de rojo el océano.


domingo, diciembre 11, 2011

Tres contra uno

Desde lejos se les señala como cuatro fantoches que se han disfrazado para llamar la atención. Tres contra uno y los vasos llenos de whisky sobre la mesa, parece que resulta más sencillo estar borracho cuando te la juegas. Alrededor ocho elfos observan cada movimiento mientras los camellos escupen saliva, con mirada torva, sobre la arena de la playa.
Terreno neutral.
La eternidad es demasiado tiempo y eso de compartir no se lleva bien. El hombre de rojo, seis meses sin afeitarse la barba, lo quiere todo para él. Anuncios, regalos y protagonismo. Ya está cansado de ser propietario de tan sólo el oeste de las ilusiones. Los otros, los tres amigos de sonrisa falsa, llevan más de un siglo con ideas de expansión. Sus capas brillan demasiado como para conformarse con unos cuantos países. Para ellos las noches son una tortura llena de estrellas, demasiadas tentaciones en el cielo.
Después de muchas negociaciones llegaron a un acuerdo. Los renos hicieron varias vueltas al mundo buscando métodos sencillos para obtener un vencedor irrefutable. Les fue difícil pasar desapercibidos en casinos y callejones, sobre dos patas es difícil esconder los cuernos.
Lo harán por turnos. Moneda al aire para ver quién empieza. Si le toca al gordo el gordo pierde, si le toca a alguno de los monarcas palmarán los tres.
Firman un papel marrón con tinta mágica, los elfos son maestros para estas cosas. Después beben un trago, brindan, se sonríen, mientras un enano verde lo deja todo preparado. Las olas al fondo generan un ambiente extraño, como de ascensor al aire libre, que relaja por un momento la tensión.
La moneda al aire y toca cara. Los cuatro se miran con un gesto estúpido hasta que el negro se carcajea. Será el primero y se engaña pensando que es el que más fácil lo tiene.
Los dedos enguantados del mago se deslizan sobre la mesa hasta la empuñadura. Al llevar el cañón contra el lateral de su frente le sorprende lo poco que pesa.

jueves, diciembre 08, 2011

Tal para cual

- ¿Qué tal cariño? Deja las cosas sobre el sofá, no pasa nada. ¿Mucho trabajo? Siéntate, siéntate. Te he preparado sopa, calentita, con mucho caldo, como dice tu madre. Vaya día, tienes pinta de haber trabajado mucho. Dame un beso... pero mira que eres arisco. Pues yo he estado leyendo, no todo el día. Porque si leo todo el día no te hago la comida, no te plancho los trajes y no te limpio la casa. Espera, toma una servilleta. Pues como te decía he estado leyendo, no he puesto la tele ni un segundo. Siempre me dices que veo mucho la tele así que hoy te he hecho caso. Y ha sido interesante. Me he puesto un te, casi un litro, y me he sentado junto a la ventana. ¿Quieres pan? ¿No? Bueno. Pues eso, me he sentado ahí, en el sillón y me he puesto a leer. No veas que interesante, ¡cuanta razón tienes! Un segundo, que te echo agua. ¿Quema? Lo siento, no tengo aún cogido el truco a la temperatura. La cosa es que se me ha pasado la mañana rapidísimo. Sin tele ni nada. De vez en cuando pensaba en ti. En lo bien que hiciste de joven siendo tan estudioso. Y en lo bien que hiciste en casarte conmigo para que alguien te cuidara. ¡Somos tal para cual! Deja la corbata ahí si quieres. ¿Pica? Es una receta nueva, el libro que me he leído era un libro casi de cocina. ¿Te acuerdas que uno que me regaló tu madre? ¿Estás bien? Mira es este. Un superventas. Lo ha escrito el periodista ese de barba que tiene el programa de sucesos en la primera. Te cuenta un montón de casos sin resolver pero el tío, fíjate qué listo, tiene una explicación para todos. Te explica un montón de recetas, de venenos. Yo creo que hay que ser muy listo para que te pillen. Oye, ¿no te gusta la sopa o qué? No me cabreo si no te la tomas entera, con que la que te has tomado me vale.

lunes, diciembre 05, 2011

¿Cuanto cuesta?

El escaparate repleto de éxitos. Un antes y un después rotundos, sin miramientos, nada de grasa donde no se merece. Caras serias con estómagos planos recién adquiridos.
Al otro lado del cristal un local de paredes blancas, dos estanterías. Revistas del corazón mezcladas en abanico con publicaciones científicas. En combinar está el gusto.
Los muebles de madera y las sillas, cuatro, se pegan a la pared. Dos a un lado y dos a otro, para crear un pasillo ancho, como los clientes, hasta la puerta cerrada de la consulta.
Paredes limpias, sin carteles pidiendo silencio porque no hace falta. El gotelé presagia sudor en la piel de los que acuden. De vez en cuando se escucha el sonido de pasos, la única pista para que se prepare el siguiente.
Cuatro adultos, dos hombres y dos mujeres, se derraman sobre las sillas. No se mueven, encajados, llenando la cabeza con ideas de triunfo sobre la grasa. Tan sólo piel sobre piel sobre piel. Tan solo pliegues con venas pequeñas que rompen en puntos rojos cuando hace frío.
Se abre la puerta y el último paciente cruza el local sin levantar la cabeza. En sus brazos dos líneas hacen ver que es ahí donde ha empezado a ser efectivo el tratamiento. El cuerpo todavía redondo abandona la clínica para hacerse estorbo en la acera.
Una mujer de blanco asoma la cabeza, sonriente. Dice el nombre del nuevo y el nuevo se despega de la silla. Su cintura mantiene la forma de los reposabrazos el tiempo suficiente como para sorprender a los que ya no se acuerdan de lo que era eso.
Suena el pestillo. Los que esperan reinician la lectura, el silencio, al tiempo que la silla chasquea tomando descanso. Al otro lado de la pared se inicia el intercambio.
Transcurrida media hora se abre la puerta y el nuevo cruza el pasillo. Esconde las lágrimas aprovechando un pliegue entre los párpados. No se despide. No mira el cartel del escaparate que le llamó la atención. Ahí se deja claro que "El único precio es la felicidad". Un gordo triste es un flaco en ciernes. Volverá la semana que viene con diez kilos menos. Esto acaba de empezar.

viernes, diciembre 02, 2011

¿Por qué no le das tu cartera?

Se topó de bruces, como un muro contra el viento. El mendigo negro, con gorro de lana y dientes blancos, le enseñaba el periódico envuelto en plástico, una bandera que ondeaba pidiendo socorro. Él, mañana fría y soleada en la mente, pasaba de largo con un buenos días que se congeló en la primera sílaba.
Pero se detuvo.
Una pregunta en su cabeza hizo aparición, un fogonazo que surge desde la ignorancia a la estupidez. Se hizo una entrevista mental que se inició con siete palabras.
"¿Por qué no le das tu cartera?".
La discusión echó chispas.
Puede que esa pregunta se la inoculara el mendigo gracias un poder africano que hacía más efectivo estar en la calle con la palma hacia arriba. O fue quizás un embrujo, una especie de vudú para dar lo que tenemos sin remisión, para ser más justos y parecer más buenos.
Él se revolvió contra la idea, luchador incansable. Sintió como su cartera ascendía en el bolsillo buscando el exterior frío de noviembre. A su lado los dientes blancos seguían ahí, acompañando un periódico caducado con más recuerdos que noticias.
"¿Por qué no le das tu cartera?"
El hombre sacó la piel de vaca, resignado, y dio un par de pasos atrás sufriendo las consecuencias de la derrota. Rebobinó para ponerse junto al mendigo que bajó el periódico extrañado. El hombre dejó caer su cartera sobre la palma todavía abierta. El hombre no tuvo tiempo de preguntarle antes de que se largara, deprisa, dando la vuelta a la esquina.
Ya más tranquilo anduvo un par de manzanas deteniéndose junto a un semáforo. Miró a izquierda y derecha, a su lado una mujer daba besos a un niño. Sintió un latido, otra interrogación.
"¿Por qué no cruzas en rojo?"

martes, noviembre 29, 2011

Inmóviles (variación)

- Por fin quietas.
El marido acaba de llegar del trabajo. Está cansado, huele a sudor y no ha comido por un proyecto atrasado. Observa en silencio.
El hijo, adolescente de flequillo sobre frente llena de granos, tiene la boca abierta. La música le revienta los tímpanos desde los cascos.
Los dos observan a la mujer y madre. En el suelo una venda algo ensangrentada. La cama desecha y ella dando saltos como una loca.
- ¡Lo tenía que haber hecho mucho antes! - grita a sus enormes pechos inmóviles bajo la ropa.

sábado, noviembre 26, 2011

Inmóviles

Por fin quietas, inmóviles en su belleza, esculturas de un sueño. Ella estaría contenta, merecía lo mismo pero no tuve tiempo. Se fue de mis manos a otras manos. Seguro se arrepentirá de ello. Ha sido difícil, demasiado detalle para minúsculas imperfecciones. Pero el trabajo está hecho, horas bajo la lámpara que dan su fruto. María y Laura, perpetuas para su padre. Escondidas y abrazadas. Ellas saben que no es más que un juego.

miércoles, noviembre 23, 2011

Genocidio

El otro día estaba con Mariano, el esquizofrénico del barrio, mientras soltaba una de sus charlas filosóficas sobre la vida y el mundo, sobre las cosas en general. Según dice es capaz de entender lo que dicen los animales de ciudad. Como si hablara su idioma y fuera un traductor universal. Asimila todo tipo de dialectos por debajo de la línea del homo sapiens sapiens. Al parecer los temas de conversación animal versan sobre preocupaciones mundanas. Los perros ladran para llamar la atención, los gatos maúllan preocupados por la economía y cómo esto afecta a las ventanas abiertas, los pájaros pían entre aire corrupto y las moscas, cada vez más contentas, zumban alegres por el incremento en el número de rincones de mierda. Mariano está enfermo, eso dicen los médicos y la caja de pastillas que le acompaña a todas partes. Pero cuando me contó que las hormigas, trabajadoras incansables, piensan que son ellas las que dominan el mundo me entraron ganas de comenzar un genocidio. Son demasiadas y no está la cosa como para fiarse.

domingo, noviembre 20, 2011

Cogiéndole el truco

- No te agobies, no tienes porque terminar todos los relatos que empiezas.
- ¿Cómo?
- Pues eso, hay veces que no es necesario un final. Es más importante lograr que el lector piense, que ponga de su parte.
- ¿Seguro?
- Segurísimo.

jueves, noviembre 17, 2011

La foto

El escritor, habitual en esos ambientes, se deja la bufanda a rayas alrededor del cuello. También se ha dejado, en todos los sentidos, la barba de tres días, los pómulos pronunciados y unas ojeras magníficas. Con una copa de vino y un cigarrillo, aunque no fumó en su vida, escucha las indicaciones del fotógrafo. Después de más de cincuenta chasquidos parece que el amo de la cámara ha redescubierto su lado bueno. El perfil sobre fondo blanco, el ojo izquierdo pegado al objetivo, para mirar por infinito al infinito, para que la nariz apunté más allá de las páginas olisqueando lo que hay fuera.
El escritor abandona la sesión de fotos sin apenas ponerse ropa, el misticismo del autor atormentado le disfraza también en exteriores. De regreso a su mesa, a su pantalla de ordenador, maldice la necesidad de escribir para terminar poniendo siempre el mismo lado, la misma mano. Le atormenta su perfil en la solapa al pulsar la primera letra de su próximo libro. Cada página es ser menos él para ser más lo que quieren otros. Y termina el primer capítulo con la misma idea que al empezar su pesadilla. La foto mucho mejor de espaldas.

lunes, noviembre 14, 2011

Yo soy como soy

- Tú eres lo que eres porque yo soy como soy. ¡Y punto!
El personage se mantiene en silencio, con los ojos muy haviertos, rrojos, a punto de yorar.
Aora entiende por que su microrelato está yeno de faltas de hortografia.

viernes, noviembre 11, 2011

Montador

Tomas fue el mejor montador de cine posible. Escenas dinámicas, ni un sólo error de continuidad, la historia narrada como tejiendo un jersey para el más inhóspito de los inviernos. Sin espacios y sin fisuras, ni una sola incongruencia en la pantalla. Su funeral fue muy concurrido y los invitados desfilaron ante su ataúd en un orden casi cómico. Guionista, productor, director y actores. La familia lloraba desconsolada bajo las palabras de ánimo de famosos desconocidos. Cuando llegó el momento de abandonar el teatro más de uno esperaba una tijera gigante haciendo negro en la escena. El presentador de voz potente hizo llamar a la mujer de su vida para leer unas palabras. Con el silencio se aparecieron dos señoras sobre el escenario. Una joven para él y otra coetánea para sus arrugas. Ni os imagináis la cara de sus hijos con el ataúd ya sobre los hombros. A Tomas se le vino abajo la mentira después de que le hubiera llevado una vida editarla.

martes, noviembre 08, 2011

Las chaquetas me estorban.

Se llevan la ropa negra, la que cuelga al final porque no se usa. Las chaquetas me estorban. De hecho me estorba la oscuridad y el olor a naftalina. Esto no lo merezco. No ahí nada como ese yunque de acero sobre el que me golpearon hasta dibujar una interrogación siniestra en la punta. Después a la muñeca, sobre huesos, para disimular con una curva la falta de dedos. Tiempos de salitre y sogas. Me llevé unas cuantas carótidas antes de caer en el fondo del mar hecho muñón de una prótesis. La historia que nunca termina. Con las algas haciendo melena y algún pez buscando desahogo se lanzó la red para pescar metal entre cuerdas. La sorpresa, barbas pobladas y la voz ronca de un hombre con aliento a mil demonios. Un regalo para el capitán que me observa en la noche, como si todos los marineros de cicatriz supieran leer el pasado entre los arañazos. Era valioso, un tesoro, un ancla hacia alguien en algún tiempo remoto. Y de ahí a una urna sobre la mesa del puente de mando. Entre tormenta y tormenta, haciendo del apellido un legado que planta semilla. El capitán se hizo abuelo, canas entre las canas, y del hijo surgió un inepto que no toleraba la sal entre maderas. Mejor la ciudad y mejor la tierra firme que no hay mareos. Como si el mundo no diera vueltas. Mejor emplear el dinero de toda una vida en crear un imperio de mentiras para la mesa de los que van sobre quieto. De repente me disfrazo en tesoro, un legado, algo que viaja de un pesquero hasta la repisa de una estantería de caoba raptada del trópico. Diálogos entre metal y madera para pasar las noches. Pero el hijo tiene otros hijos que entre dinero ajeno, lejano, se hacen estúpidos de tanto poseer. Tiempo que hace su trabajo. Y poseen esposa, amante y varios niños que por pequeños experimentan golpeando la casa con manos perezosas que sólo se abren para pedir algo. La estantería, coja, como el pirata viejo, se tambalea hasta presumir de equilibrio con esos juegos de niños que la estremecen. A las del trópico les gusta que las soben. Desde la urna recuerdo una tormenta, como la de aquel día en la que el muñón se me hizo eterno, y caigo para buscar algo caliente que salpica en rojo. Todo son gritos y me olvidan ahorcado en una barra de metal. Entre camisas y chaquetas, perdido entre esas perchas amaneradas. Preferiría, bien lo sabe la mar, mil veces su funeral.

sábado, noviembre 05, 2011

En noviembre

En noviembre, con el frío llamando a la puerta y todos los tópicos del mundo haciéndose pocos bajo la manta, el niño rico mira la tele con ansia. No quiere ver los dibujos, nada de series absurdas ni partidos de fútbol. Él busca en los intermedios, se aturde la mente con los anuncios, mientras anota el nombre de todos los juguetes que aparecen en la pantalla. Utiliza unos símbolos extraños, números que se mezclan creando el código de un matemático que no sabe aún del infinito. Este año los reyes no tienen excusa. Si aparece un hermanito de marca el lo pondrá en mayúsculas rojas en el centro de su carta.

miércoles, noviembre 02, 2011

Se pone difícil

El sobre se dobla entre las manos y escapa con un latigazo. Huye como un pájaro pájaro blanco tatuado con siglas. El hombre sonríe, alza sin éxito las manos para atrapar al animal de celulosa. Es el primero del colegio y todo alrededor son cámaras que chasquean. Fotografías que puestas una tras otras harían película de ese instante. El documento nacional de identidad entre los dedos, un paraguas, la camisa limpia y una sonrisa de compromiso. Haciendo equilibrio para no perder el ídem en busca del papel que revolotea alrededor. El presidente y los vocales se mantienen atónitos mientras observan como el sobre se eleva, toca el techo y atraviesa el aula para tirarse por la ventana. Tímidos aplausos dan ánimos al votante frustrado. Se marcha cabizbajo, padre de un voto nulo. Su nombre se tachó de la lista y perdió la oportunidad de ejercer un derecho que se le ha puesto rebelde. El siguiente se acerca a la urna con las cejas muy juntas, sospechando. Dice su nombre y hace un chascarrillo. "Se pone difícil votar cuando ni las papeletas se atreven". Después toma el sobre con fuerza y dirige su mano al centro de la urna.

domingo, octubre 30, 2011

Pues no comas

- Hoy no tengo hambre.
- Pues no comas.
- ¿Y si no tengo nunca más hambre?
- Pues te pasara lo que al abuelo.
- ¿Qué tendré arrugas?
Es en ese punto cuando el padre descubre que no es un buen momento para hablar de la muerte.

jueves, octubre 27, 2011

Un chico joven, soltero y rubio

- El comandante de la Guardia Suiza nunca llegó a cruzar el umbral del Vaticano.
- ¿Estás seguro?
- Sí, era un pobre diablo en polainas. Ese no entraba ahí ni loco.
- Pero eso no es lo que dicen los periódicos.
- Joder, las noticias de los periódicos no son más que mentiras con foto. Publican lo que deben publicar.
- Pero…
- A ver. Un chico joven, soltero y rubio aparece con el cuello rebanado y sin pantalones. Si fuera un don nadie o se dedicara a vender pipas pues se busca la verdad pero siendo comandante del tema ya sabes.
- Pues no sé.
- ¡Joder Pietro pareces nuevo! Decir que le limpiaron por no creer es peligroso, hacen falta huevos. Mejor inventar una muerte de mierda tirando al sobrante en la cama de un puticlub.

lunes, octubre 24, 2011

Minifalda

La gente no sabe que sin piernas no hay minifalda. Y María camina, todas las estaciones del año, con las piernas desnudas como una amenaza. No importa, no hay vergüenza. Sacrifica estética y sacrifica salud. María sacrifica, con esas dos palabras ya tienes su lema. Disputa las baldosas con cada paso. No hay pie a su lado que le haga competencia. En el barrio la oyen venir y los viejos, los aburridos, los tenderos y hasta las mujeres bajo las gafas de sol la miran pasar. Ahí va María con su minifalda en verano. Ahí va con su falda de menos de cuarenta centímetros, atrapada entre copos de nieve que le hacen adorno. La gente abre la boca, una "O" mayúscula entre labios, los hombres sacuden las manos como para que la sangre no se agote toda en el mismo sitio. Ella, como una pantera, va calle arriba y calle abajo haciendo una jaula de envidias alrededor. María no tirita de frío ni siente que llueve cuando las gotas protestan sobre el paragüas. A ella le da igual y abre el armario todas las mañanas para rescatar otro pedazo de tela, casi un cinturón, que le cubra los muslos hasta donde tiene los cortes. Se peina, se pinta y coge los bártulos. Las piernas le rozan un poco antes de entrar en el muñón.

viernes, octubre 21, 2011

LMP

- Queda usted detenido.
- ¿Cómo?
- Queda usted detenido ante probable homicidio involuntario.
- ¿Qué?
- ¿No fue usted quién regalo a LMP un diccionario de acrónimos?
- ¿LMP?
- Luis Martínez Pérez.
- ¿Qué le pasa?
- Mejor diga le pasó... Usted es el culpable.
- No entiendo.
- El diccionario estaba en su mesa y su nombre en la primera página.
- Quería recordar quien se lo había regalado.
- Pues se lo regaló su asesino.
- ¿Cómo?
- Lo dejó escrito. "Por culpa del IVA y el IRPF no me queda más remedio que el RIP".
- Esta de broma.
- Junte las muñecas señor Ismael Vélez Alcaraz, hay prisa, usted es tan sólo el primero de los tres.

martes, octubre 18, 2011

Liso y sin brillo, sin reflejos.

Ligero, para levantarlo sólo con la fuerza de un hombre. Liso y sin brillo, sin reflejos. Ángulos rectos que encajaban unos con otros haciendo ver un continuo de metal. Hermético, con válvula de vacío. Silencio inabordable en el interior y un cómodo revestimiento para disfrutar de un aire depurado cada seis horas mediante flujo de Bernouilli.
Las llamas lo envolvieron incapaces. Quedó intacto.
El ingeniero de la NASA hizo un gran trabajo con su ataúd.

sábado, octubre 15, 2011

Vibración


(Dos teléfonos al caer la tarde.)


"Cariño tengo mucho trabajo. No ceno en casa".

(Un par de llamadas)

"¿Qué pasa? Estás bien. ¿Trabajo?"

(Vibración en la mesilla de noche.)

"Sí. Cosas de última hora."

(Sonrisa. Libro interesante como compañía.)

"¿Te queda mucho?"

(Vibración en el bolsillo.)

"Duérmete. Hasta la madrugada estaremos liados"

(Sorpresa, un vaso de agua.)

"Te quiero. Ten cuidado al venir"

(Letras que bailan.)

"Trnkila me pillo un taxi xra no conducir"

(Amanece. Almohada sin compartir.)

"Cabrón tu nunca has escrito así"

miércoles, octubre 12, 2011

El primer trago

El hombre rico hace bailar el whisky con hielo hipnotizándose con el ámbar centrífugo de la bebida. Recorre con sus ojos el enorme puro en su mano derecha y el discreto anillo de oro en el anular de su mano izquierda. Pijama de seda sobre las arrugas, las piernas cruzadas hasta donde permiten las prótesis de titanio clavadas en sus rodillas.
El anciano observa el espejo de la habitación para enfrentarse a dos mujeres recién despertadas bajo sábanas blancas y resaca de champán caro. Señala la cartera con los billetes doblados para encontrar cuanto antes el vacío.
Entre sonrisas estúpidas le dejan sólo, no dan un portazo. Las vistas a la playa transmiten serenidad para el que la quiera.
Juguetea un rato con las pastillas azules en su boca antes de vaciar el vaso con ellas.

domingo, octubre 09, 2011

Agosto

Le faltaban bufanda, guantes, jersey de cuello alto. Le faltaba el pantalón de pana con la rodilla derecha rota y las botas de montaña que le aprietan los tobillos. Le faltaba el gorro de lana, la vaselina para los labios. Le faltaba el silencio con vaho, el calor de una chimenea de metal y la sensación de llegar a casa cuando abres la puerta de cualquier sitio. El mundo hacia verano y el Sol era testigo de una injusticia más entre muchas. Agosto y tanto frío después de un beso. Invierno al ver cómo ella se marcha y él no sigue sus pasos.

jueves, octubre 06, 2011

Entre tanta delicia

Entre tanta delicia las manos tiemblan, como si hiciera frío bajo la piel y fuera un truco para disimular los nervios . Nadie quiere lo que él necesita. El olor, suave nube de ácido, atraviesa la nariz como un ejército de estímulos. Con los ojos cerrados, como sentado en silla de madera de respaldo muy tallado, se babea por comisura las ganas de saborear un premio. Saliva de paseo entre barba de infinitos días. La garganta seca, el esófago nudo como puente a un estómago desentrenado y el intestino listo para revancha, vellosidades ávidas, haciendo que el páncreas se encoja como un muelle a punto de saltar. Inspiración profunda y primer bocado que se rompe en mil pedazos viscosos. Las arcadas no son castigo. Gran delicatessen la basura.

lunes, octubre 03, 2011

La mujer

De vez en cuando Honorio se saca las manos de los bolsillos. No es un sacar de manos habitual, arquea los codos como haciendo sitio a un par de escopetas. Cuando saca a pasear las falanges es porque tiene algo sobre lo que hacer presa y parece que el tipo del bigote se está pasando de afortunado con la tragaperras.
Honorio habita al final de la barra, donde se juntan en el mostrador las tapas en vinagre con las croquetas. Es raro verle lejos de su copa rallada de tanto pasar por esa máquina que hace las veces de lavavajillas. Honorio estudia a los clientes, vigila a sus camareros y acojona a la cocinera para que no se permita ni un pelo de pestaña en la comida. Cuando pasea entre las mesas del bar la clientela le hace pasillo porque le saben jefe entre indios. Al entrar ella Honorio se queda quieto y articula en su cara algo parecido a un gesto de sorpresa.
- Al final de la barra hay hueco -dice con aliento a gas propano.
La mujer le mira de arriba abajo y Honorio siente turbulencias en el estómago. Ella pasa junto a él directa al taburete que ha dejado vacío al empezar la ronda. Las pupilas de los parroquianos viajan de un lado a otro disimulando mientras Honorio ayuda a la mujer a sentarse. Las manos regresan a los bolsillos, los puños cerrados, con la máquina vomitando monedas como una ametralladora. La mujer pide un café y Honorio sonríe pensando en la suerte que tiene el del bigote, si no fuera porque ha llegado su madre le reventaba la cabeza.


jueves, septiembre 29, 2011

Metafóricamente hablando

El mimo, el malabarista, el gafapasta y la chica con rastas detienen su vehículo bajo el rojo del semáforo. Detrás de ellos se amontonan, lentamente, coches de cartón, un par de bicicletas y una multitud de artistas que viajan gratis sobre patines de un lado a otro de la ciudad. La calle (son las once de la mañana) está casi vacía y los diferentes puntos de encuentro mantienen el bullicio de ideas que suele acontecer a esas horas. Entre la gente que cruza el paso de cebra destaca un ejecutivo de traje oscuro, corbata negra y camisa a rayas claras. Los caminantes, enfrascados en la lectura, evitan tocarle con giros bruscos disimulados. El ejecutivo activa su reloj de oro y deja el maletín en el suelo antes de comenzar el espectáculo. Se sitúa en el centro de la calzada, delante los que esperan la luz verde, y extrae un montón de folios de su maletín, una carpeta, dos bolígrafos y un teléfono móvil. Tras una reverencia comienza a escribir números mientras calcula como una bestia y pasa hojas como un loco. Grita "¡Compra!, ¡Compra!" al teléfono mientras convierte las venas de su cuello en un árbol que sacude las ramas. Al sonido de la alarma del reloj se detiene, estira la corbata, guarda las cosas y repite la reverencia. Después abre las manos y se dirige hacia el mimo (que se mete en su caja de cristal invisible), el malabarista (que lanza al aire el monociclo mientras da un salto), el gafapasta (que abre un cuaderno para escribir dos líneas) y la chica con rastas (que saca un diábolo).
El semáforo pasa a verde y abandonan al ejecutivo en el centro de la calzada. Los coches eléctricos, los patines y los monociclos se deslizan a su lado. Él regresa al paso de cebra y se apoya en una farola pensativo. Puede que sea el momento de cambiar el espectáculo.

lunes, septiembre 26, 2011

Criados

- Criados con la mejor comida, la mejor luz, el mejor agua y la mejor cama.
La serpiente repta en el pasillo oscuro con una gorra de color rosa encajada en la cabeza, sobre ella en letras rojas está escrito el nombre del negocio. Entre los dientes tiene un palillo de madera que desplaza con habilidad de un lado a otro de la boca. De comisura a comisura, despidiendo un sonido de succión permanente al moverlo, le sirve para tener siempre a punto la dentadura.
- El más pequeño tan sólo tienen unos meses.
A su lado la vaca se esfuerza por no rozar las paredes con sus caderas. Bambolea su cuerpo y atiza con su cola las puertas de metal de las habitaciones generando terror al otro lado. El enorme animal lleva un collar de perlas y un sombrero de terciopelo que simula sus cuernos recién limados. Adorna sus pestañas con un poco de rimmel negro, nada exagerado, y lanza mugidos complacientes cada vez que la serpiente se detiene para destacar la enorme disponibilidad de género.
- Le aseguro que no se arrepentirá elija lo que elija. Todos le van a salir buenos.
Al final del pasillo un par de bisones saltan de la mesa. Los dos corretean alrededor de la serpiente hasta que ésta los detiene con un bufido que, por un momento, suspende el palillo en la punta bífida de su lengua. La serpiente se desliza hasta un taburete donde se sube quedando enrollada. La vaca muge al entender la indicación y deja caer sus enormes posaderas sobre un montón de paja puesta ahí para clientes como ella. Los bisones, tras pedir permiso, le toman medidas haciendo un esfuerzo para no expresar su asombro cuando tallan cintura, pecho y estómago.
- A lo mejor necesitamos un par... - comenta el bisón más pequeño en tono apenas audible.
Cuando terminan de medir regresan a su mesa y comienzan a dibujar los patrones del vestido.
- Entonces, de todos los que hemos visto - sisea la serpiente - ¿cual prefiere?
- La mujer del principio, por supuesto - responde la vaca.
La serpiente se quita la gorra y abandona el taburete. Regresa reptando al pasillo sin apenas hacer ruido. La señora muge, como cuando estaba asustada en la granja, al iniciarse los gritos.

viernes, septiembre 23, 2011

El público está impaciente

El público está impaciente, las butacas son una tormenta de trucos producto de los nervios antes del espectáculo. El joven Potter juega con dos enanos mientras su mentor Dumbledore se entretiene disparando pequeños soplidos de Gárgamo que despeinan a un Houdini entretenido bajo un montón de cadenas. El hombre del sombrero de copa lanza conejos al aire y Cooperfield hace desaparecer el coche que había aparcado sobre cuatro butacas tras un chasquido y una nube de humo. Las brujas de la primera fila conjuran haciendo hablar a un gato mientras el acomodador regresa enfadado a la taquilla para que le devuelvan la forma humana desde su recién adquirida forma de sapo. El manco lanza cuchillos que se convierten en palomas y el mentalista obliga a los dos gigantes que tiene delante a cambiar de sitio.
Cuando se apaga la luz todos cuchichean impacientes. El maestro de ceremonias lanza fuego de entre los labios y tras ese fuego aparece un señor corriente con una espada en la mano. Todos callan y atrás, en los asientos baratos, se escapan un par de nubes de confeti que molestan un momento a los ricachones de castillo que prefieren los palcos. El hombre de a pie coge la espada y deja ver en la muñeca una cadena que se pierde entre bambalinas. La platea se le presenta vacía bajo conjuro, no entiende nada. Se escucha un chasquido y aparece tras él un látigo dirigido en la distancia por los dedos de un manipulador experto. El hombre respira rápido y alza la espada dirigiendo la punta contra sus labios. Algo le obliga a descender la hoja, que parpadea reflejando el aliento del faquir mientras se mueve.
El público mantiene la respiración, está a punto de no ver magia en el escenario.

martes, septiembre 20, 2011

Son ellos los que no tienen ni idea

No entiendo qué hace (luces rojas y azules parpadeantes). La verdad (explosión) no sé porque la toma conmigo (explosión). Yo lo hago bien, son ellos los que no tienen ni idea (estornudo, mirada de sorpresa). Salgo de casa temprano, recién duchado, con el pelo húmedo y tras dormir ocho horas (una mujer se aleja del ruido). Descansado, sin sueño. La radio siempre con poco volumen, pongo la música como para disimular (un anciano señala con el bastón mientras dos críos abren los ojos como platos). Esto no es justo (el sonido de una sirena). No es justo. ¿Qué hora es? ¿Las nueve de la noche? Macho, si llevo el día entero y ni un problema (su cara golpea contra el capó). No hace falta que lo haga tan fuerte (nuevo golpe). Le estoy diciendo que no es culpa mía (alcohol que rezuma de sus labios). Yo hago lo que me enseñaron (al fondo cuatro hombres sacan un bulto entre metales). En la autoescuela aprobé a la primera (el policía observa el caos a su alrededor).

sábado, septiembre 17, 2011

Tan cerca

- ¡Aquí estás!
Al principio era una broma. Una apuesta entre amigos que sale bien y convierte todo en maravilla.
- ¡Te pillé!
Líder en ventas, líder en paso de páginas sobre sillas de madera. Habitante de papel en todo tipo de salas de espera. Sin letras y producto de un libro.
- ¡Lo sabía, tenías que esconderte ahí detrás!
Después el mundo por montera. El primer mochilero en la metáfora del planeta saturado de humanos.
- ¡Por fin!
Pero las cosas cambian.
- ¡Ya te tengo!
El tiempo, las ganas de desaparecer, la necesidad de estar sólo. Cambiar de aires y cambiar de ropa.
- ¡Por tu culpa me di cuenta de que necesitaba gafas!
Esclavo de un tipo de ropa y un tipo de vida. Sin paredes en casa, toda una vida a disposición de otro, siempre bajo la yema de un dedo.
- ¡Anda que no me has hecho sufrir!
Asqueado por el olor de los cuartos de baño y el estreñimiento mental. Cansado de los tiempos muertos. Aburrido de no tener ni un segundo para revisar la mochila y cambiar su contenido.
- ¿Y este es Wally? Qué curioso, nunca me lo habría imaginado tan cerca de un precipicio.

miércoles, septiembre 14, 2011

Pues hoy el profesor era nuevo

- Pues hoy el profesor era nuevo. Un señor que huele a colonia que echa pa´tras y habla como el abuelo Antonio, se atraganta con las erres. No las dice bien, como te puedes imaginar mamá va a ser un lío en los dictados. Pero parece majo, dice que juega al fútbol y que de vez en cuando nos dará una hora libre. Luis se ha reído porque menos mal que siempre trae pelota. Nos dará todas las clases, sí, como la señora Manuela antes de desaparecer. ¿Dónde estará? Seguro que está por ahí fumando, el año pasado se cansó de esconderse por eso de las leyes. Que amargue tenía. Pero el profe nuevo no fuma, ni tan siquiera tose. Bueno tose lo normal, cuando hay gargajo. Ha dicho que las niñas suelen ser más listas que los niños y la Noelia se ha reído en mi cara. Joer como la odio, siempre tan lista. Luego en gimnasia seguro que no corre y la aprueban por la media. Para que no se enfade su madre. Pero ya se verá. Es el primer día. ¡Qué susto cuando nos ha dicho que abriéramos el libro! Pensaba que se me había olvidado leer. Menos mal que la abuela me puso deberes en el pueblo. El profesor nuevo se ha enfadado mucho con el Marcos porque no le ha leído rápido una frase fácil. Le ha metido una hostia, con la mano vuelta, como las que te pega papá a ti de vez en cuando. Él tampoco se ha quejado.

domingo, septiembre 11, 2011

El día de su cumpleaños

La sonda nasogástrica llegó al séptimo día, el día de su cumpleaños. Lucía nos miraba desde la cama, sonriendo, lejos de la sequía que nos estaba drenando las neuronas a todos los médicos. Ella, ojos dulces, lágrimas perfectas, husmeaba el alimento triturado como un gato hambriento. La enfermera puso en marcha la bomba con un pitido y el líquido viscoso viajó por el plástico hasta su estómago. Lucía recibió la comida como un trámite mecanizado.
Al ingreso Lucía era una niña normal si por normal se entiende doce años de una infancia que pregunta por todo, aspecto feliz de la mano de un padre preocupado y una madre intranquila que no sabe qué pasa. Lucía hablaba todo el tiempo. Hablaba con la enfermera, con el celador, con la mujer de la limpieza.
Lucía parecía perder peso por la boca, como si las palabras fueran gramos que escapaban sin esfuerzo. Se hacía transparente, su piel dejaba ver cada vena, los capilares, como un muñeco de anatomía recién pintado. Los primeros días fueron una travesía por la terapia conductual y la interconsulta múltiple a especialistas. Lucía se deshizo entre los médicos que la analizaron. La sangre perfecta, bioquímica de libro, y la mente lúcida, transparente. Nada había cambiado alrededor para justificar ese cambio por dentro. La niña perdía peso, la niña se desvanecía, pero la niña comía más incluso de lo indicado.
Utilizamos habitación individual con videovigilancia. Cuando estaba acompañada Lucía no dejaba de preguntar, llenaba sus doce años de interrogaciones. Cuando la dejábamos sola seguía charlando, conversaba con el vacío, en una discusión perpetúa con las paredes sobre sus dudas. De esas conversaciones a solas rebotaban preguntas complejas, cada vez más adultas.
Lucía siguió perdiendo peso, se hizo casi transparente. Los médicos calculábamos el volumen recibido, el balance calórico y el balance hídrico, y el resultado era un positivo que a ella le consumía. Todas las pruebas complementarias negativas, todas las pruebas de imagen un papel en blanco.
Antes de desaparecer Lucía nos reunió a todos. No hizo preguntas y tomó de la mano a sus padres que apenas sintieron su tacto. Nos dio las gracias y prometió cuidarnos. Ella nos dijo que todo estaba bien, que había entendido. Que no todos los niños tenían la suerte de hacerse invisibles a los trece años.

jueves, septiembre 08, 2011

Canuto de papel

Hizo un agujero en la tapa de la caja de zapatos. Un agujero único, costoso, hecho con ayuda de una tijera de punta roma y un bolígrafo azul. Aplicó un canuto de papel sobre el agujero y encendió uno de los puros de su abuelo sobre el extremo que quedaba libre. Pablo aguantó sin levantar hasta que el cigarro estaba consumido del todo. Cuando miró no quedaba ni un gusano de seda vivo, todos estirados, largos, sobre las hojas de mora. Su madre le preguntó qué había hecho cuando al entrar al salón se golpeó con el muro de olor a tabaco. Mario le dijo que ver la televisión. Su madre le dio un tortazo antes de cambiar de canal, quitar el documental sobre nazis, y poner la tertulia de sobremesa.

lunes, septiembre 05, 2011

Ax 3.0

El robot cirujano Ax 3.0 abre el estómago del hombre sobre la mesa. Escucha un pitido incómodo, intermitente, mientras el pequeño cilindro anestésico parpadea liberando gas en pulsos hasta lograr que el sonido cese. La mano metálica se empapa en sangre hurgando entre los intestinos. Gracias a la temperatura del metal en sus manos Ax 3.0 logra una hemostasia perfecta en cada vaso roto. Nada escapa a su mirada microscópica. El paciente mueve las piernas y la enfermera NanyXS inyecta en una de las venas un fármaco para que todo vuelva a la calma. Ax 3.0 continua atravesando intestinos hasta llegar al riñón izquierdo. Huele a pollo asado mientras derrite la grasa en la cápsula del órgano. De uno de los dedos surge una pequeña aguja que toma una muestra del enorme tumor que deforma la cúpula del riñón. La muestra viaja de la punta metálica al pecho del Ax 3.0 que transforma el tejido en un diagnóstico, un pronóstico y un tratamiento. Extrae el riñón colapsando arteria y vena con sus cuatro dedos al rojo vivo. El robot tira el órgano a la basura sin levantar los tres ojos de cuarzo de la mesa de operaciones. Cierra por planos a gran velocidad y sutura la piel con un láser rojizo que apenas deja cicatriz. Ax 3.0 se endereza y emite un ronroneo metálico. El cilindro anestésico ocluye la espita de salida, el sedante deja de salir a través del tubo. Pasan unos segundos y el pitido incómodo regresa acompañado de dientes de sierra sobre el pecho de NanyXS. Los androides se deslizan hacia atrás para separarse de la mesa de quirófano. Del techo desciende una esfera negra que atrapa por el abdomen el cuerpo ya flácido. El quirófano pone en marcha el sistema de lavado mediante autoclave en cuanto los robots se apagan. Al otro lado de las paredes de plomo se escucha algo parecido a un grito cuando Ax 3.0 comienza a gotear.

viernes, septiembre 02, 2011

Mariano


Os presento a Mariano.
Desde aquí os invito a conocer "El globo sonda" y su novela colaborativa en desarrollo "El cable de Ariadna".
Gracias a Carlos Lapeña, Carlos Candel y Juapi por permitirme colaborar en este proyecto.
Espero vuestras opiniones.
Espero vuestras críticas.

Un saludo, Alberto.

martes, agosto 30, 2011

Marcos y María se cruzaron.

Marcos etiqueta todas sus fotos en Facebook. Dedica horas a buscar caras en las imágenes. Pixel a pixel su vida es un museo de nombres. Todas sus imágenes un mapa lleno de leyendas.
María en cambio prefiere Twitter, deja comentarios en todos sus seguidores y sigue a todas aquellas personas que aparecen en el televisor. Series, noticias, deportes. Todos son malla para su vida en la red.
Marcos sueña con etiquetar el mundo entero y pasea por la ciudad cargado con una cámara y un cuaderno. Hace fotos al que pasa por delante, le detiene, le pide nombre y primer apellido. Marcos pesca etiquetas al caminar.
María en cambio habita dentro de su teléfono móvil. Ve la punta de sus zapatos cuando sale de casa y se mueve por costumbre. Conoce cada escalón, cada agujero, el número de pasos hasta el siguiente semáforo. Si escucha algo interesante levanta la cabeza, observa un instante, y lo planta en 140 caracteres para disfrute global.
Marcos y María se cruzaron.
Marcos hizo una foto y no vio más que una nuca, una chica caminando con la mirada perdida en la pantalla de su móvil. Marcos soltó una palabrota porque alguien sin cara no es etiqueta.
María escuchó el joder vaya mierda y no levantó la vista. Nada que plantar en su mundo, no merecía la pena esa molestia. María continuó navegando.
Marcos y María están hechos el uno para el otro.
Ellos no lo saben pero, gracias a la red, lo sabemos todos nosotros.

domingo, agosto 28, 2011

Vacaciones

En verano, calor, sudor sobre las sábanas. Después del trabajo, café amargo y papeles incomprensibles sobre la mesa. En verano, a través de la ventana, con los ojos cerrados, la noche con el ruido del cine al aire libre como banda sonora. Explosiones para una taquicardia, conversaciones que no se entienden pero buscan significado con sílabas extrañas . Unos segundos de silencio, final de la película y el ruido de la discoteca. Las niñas pidiendo agua y mi mujer pidiendo tregua. El boom-boom de los altavoces haciendo palpitar las paredes. Cansancio extremo, calor extremo y muchas vueltas contra la almohada. Las horas perdidas hasta la madrugada. El cierre del bar de copas, los gritos de un par de putas. Mi mujer despierta, yo despierto, los dos escuchando la vida en la calle a las tantas. Se escuchan los pájaros y, a lo lejos, tememos la llegada del camión que remueve la arena de la playa. Ya queda menos para el sol, para la luz, para que acaben esas horas que no valen para nada. Y oímos gritos, un par de golpes y caímos dormidos apenas dos fases REM. Se abre la puerta del cuarto y aparecen la mayor, la pequeña y una de las muchas medianas. Ya es de día, tenemos hambre, qué hay de desayuno esta mañana. Nos hacemos los dormidos, los casi muertos. Vivan las vacaciones. Descansar, no hacer nada.

jueves, agosto 25, 2011

Musita la madre

- Mamá, ¿por qué creo cosas raras?
De noche, en la habitación, el viento cruza la ventana. La cortina danza en la oscuridad y sombras grotescas pueblan el cuarto, como si la luz de la farola ejecutara una tormenta chinesca sobre gotelé. Hace calor, demasiados grados para una noche tan larga, y el niño busca con sus dedos la botella helada que siempre le dejan bajo la almohada. La madre observa el perfil oscuro que oscila ante ella emanando olor a limpio. El niño suspira y la puerta se mueve un poco. Al otro lado el padre contempla la escena cruzando los brazos. Sonríe al ver a su mujer y a su hijo transitando en secreto por preguntas que sólo se hacen con la luz apagada.
- Cariño... - musita la madre - desde esta noche no creerás en nada.

lunes, agosto 22, 2011

No hay nada

La noche en la nuca y la nuca llena de espacio vacío. La carretera sisea bajo las ruedas, cada línea blanca un instante, una huella intermitente en el suelo. Velocidad infinita y destino incierto, aleatorio, lejano. Nada será igual, la comida y la cena tan sólo platos muy fríos. Tormenta entre mis huesos, todo ruido. Empieza a llover, apago la radio. No oigo los gritos. Sonrío. No hay nada que sobre en el maletero.

viernes, agosto 19, 2011

Sobre la palma de la mano

- ¿Y dices que cuestan 10 euros?
- Sí.
Los dos miran al frente y se rascan la cabeza. A unos centímetros cae el primero.
- ¿Y la gente los paga para esto?
- Sí.
El veterano emite un sonido gutural, entre gemido, ronquido y carcajada. A unos metros todo son exclamaciones.
- ¿Y luego nos los regalan?
- Sí.
Un par más caen junto al pie derecho del recién llegado que se agacha esperando tocar algo de plástico, una imitación.
- ¿Y lo cojo y me lo como?
- Sí.
Mantiene sobre la palma de la mano el proyectil mientras mira de un lado a otro. Piensa que todo es una broma, no puede ser tan fácil. Él está acostumbrado a otras cosas.
- No me lo creo.
- Pruebalo.
El veterano se adelanta hasta llegar al primer objeto lanzado. Se pone en cuclillas, da un par de botes, y se lo traga sin apenas masticar. El nuevo le imita dejando vacía su mano derecha. Entre mordisco y mordisco comienza a gritar.
-¡Son gilipollas!
La gente, excitada por el éxito, desata una tormenta de cacahuetes sobre la jaula.

martes, agosto 16, 2011

Lucya

Ni que decir tiene que Lucya fue una perra querida y ni que decir tiene que los Martínez fueron unos amos perfectos. Cachorro entre algodones, la mejor leche y el mejor pienso. Los dos primeros años de vida fueron una visita constante a parques, caminos de tierra, playas con permiso para animales y juegos de malabares con todo tipo de pelotas. La gente miraba a los Martínez y los Martínez miraban a su perra. Pareja encantadora, sin duda. Él joven arquitecto cuya carrera surgió lenta porque, como él decía, el éxito es un rascacielos que se alcanza con trabajo y tornillos invisibles. Ella abogada de éxito desde casi el inicio de su carrera. Tuvo suerte con un par de casos y su cara apareció de perfil en todas las noticias. Un manantial de famosos cayó en su despacho inundando su vida de recursos.
Pero pasaron esos dos años y los Martínez, en uno de sus viajes buscando campo abierto para la perra, terminaron por aparcar bien pegados a un precipicio. Desde lejos la imagen era de portada de revista. Pareja joven de la mano paseando sobre el césped con el mar rompiendo a unos metros, a su lado una perra marrón, pequeña, dando saltos y esperando a que su amo lanzara de nuevo la pelota roja. El amo lanzó la pelota y envolvió a su mujer en un abrazo apasionado, más imagen de postal, mientras la perra corría desesperada tras la esfera roja. El animal se lanzó al precipicio envuelto en una sonrisa canina, la orejas desplegadas y la lengua fuera, batiendo en el aire, hasta detenerse entre las rocas.
Los Martínez tardaron un tiempo en echar de menos a la perra. Perdidos en un beso, batiendo sus lenguas entre paredes, emplearon unos segundos en separarse. Abrieron los ojos y ella no estaba allí. El nombre a gritos, Lucya, se perdía en la distancia. El mar ponía metrónomo a esas sílabas con su oleaje. Los Martínez, de la mano, avanzaron lentamente hasta el precipicio. Lentamente porque lentamente se llega a las cosas que se suponen una posibilidad pero que se saben como certeza. Los dos se abrazaron al ver a Lucya rota entre las piedras, con la pelota roja a unos metros, acercándose a ella, alejándose de ella, jugando con las olas.
La perra no estaba muerta. Cuando llegaron hasta ella aún era capaz de hacer vaho desde la boca. ¡Está viva! se gritaron. Le cogieron en brazos percibiendo gelatina en sus patas delanteras. El viaje de vuelta tan sólo dejó como recuerdo un par de gemidos, el pañuelo blanco en la ventanilla y lágrimas bajo las gafas de sol porque la gente puede pensar que es ridículo llorar por un perro. Encontraron un hospital y ese hospital les echó diciendo que allí no trataban animales. ¡Lucya no es un animal! gritaron también al unísono. Por suerte uno de los que esperaban, humano hecho añicos por dentro, les dijo que en la ciudad, a unos kilómetros, tenían un buen veterinario que sabía hacer de todo para todo tipo de animales. Los Martínez llegaron al centro unos segundos antes de que cerrara. El hombre, con barba, serio, voz ronca y manos grandes, exploró a la perra después de inyectarla unos calmantes. Hizo unas cuantas radiografías, dobló articulaciones y palpó su abdomen liberando bufidos entrecortados. Había solución pero la solución sería drástica. Los animales son grandes luchadores y sin duda ella tendrá que luchar para salir adelante les dijo.
Los Martínez regresaron con el animal en el maletero. Una vez en casa miraban cómo se retorcía de dolor en su cama hasta calmarse después de beber el agua con las medicinas. Pasaron los días y la perra abrió los ojos. Él creía ver reproche por haber tirado la pelota roja hacia el abismo. Tardó en volver a tener pelo y tardó en volver a masticar como antes. Ambos perdían las horas mirando al animal sobre su cama, esperando un ladrido.
Y el ladrido llegó.
Los dos estaban cenando en el salón, viendo las noticias sin hablar, cuando la voz del animal llamó su atención. Salieron corriendo hacia el cuarto tirando un par de platos al suelo. Llegaron juntos y juntos se quedaron en silencio. Delante, junto a la cama, la perra les miraba a los ojos. Las dos patas traseras tiesas, rectas, la mantenían de pie. Caminó hasta ellos tambaleándose y ladró de nuevo. Junto a los pies de su amo la pelota roja. Él la cogió y la lanzó hacia el pasillo. La perra no se movió y su ama, entre lágrimas, salió a buscarla. La perra volvió a ladrar y pasó junto a su dueño, caminó con dificultad hasta el salón y se dejó caer sobre la alfombra. Comió la comida que estaba tirada en el suelo mientras observaba las imágenes del televisor.
Los Martínez fueron amos inigualables. Jóvenes, con éxito, tenían un perro. Le cambiaron el nombre, Lucía resultó perfecto.


sábado, agosto 13, 2011

Experimentar

Abrir. Cerrar. Masticar. Mirar. Reír. Sorprender. Sorprender. Parpadear. Sonreír. Estirar. Coger. Sopesar. Acariciar. Tocar. Pulsar. Cambiar. Mirar. Bostezar. Cambiar. Esperar. Desear. Pensar. Añorar. Ahorrar. Cambiar. Suspirar. Palpitar. Sospechar. Cambiar. Esperar. Empezar. Continuar. Sorprender. Escuchar. Adivinar. Soñar. Volar. Correr. Disparar. Explotar. Besar. Desear. Terminar. Mirar. Bostezar. Cabecear. Levantar. Crujir. Rascar. Mirar. Estirar. Coger. Pulsar. Apagar. Observar. Estirar. Coger. Acariciar. Aburrir. Gritar. Golpear.

miércoles, agosto 10, 2011

El cielo nublado de bocadillos

Me gustan los cómics. Dibujos de colores sobre fondo gris. Onomatopeyas por todas partes, el cielo nublado de bocadillos. Tantas letras que da pereza seguir leyendo. Me gustan los superhéroes, los malos malísimos y las sonrisas rotas de tanto buscar un motivo para seguir riendo. Me encantan esos secundarios, diminutos y oscuros, que son producto del lapicero cansado del dibujante. Tanto detalle en el protagonista desemboca en un contexto casi vacío. El poder del Yo ante todos los problemas. Manipular la realidad para ser más fuerte, para ser protagonista con mayúsculas. Decidir que no hay pistola que mate, que no hay cuchillo que raje. Convertir al lector en parte viva de las viñetas. Película que no se mueve, todo es fotografía que no se caduca. Me gusta pasar página como el que hace segundos. Ser el reloj de la historia, ahora vivo, ahora muerto, ahora, dos páginas hacia delante, volando entre los rascacielos. Adoro el disfraz de licra pero adoro aún más el miedo atroz a ser reconocido. Es impresionante. De vez en cuando levanto los ojos del papel y miro la realidad. Es difícil ser guionista de un mundo como el nuestro. Tal vez, algún día, coja el pincel, los lapiceros, y me ponga a crear una historia que merezca la pena. Un crimen para intocables. El poder del Yo ante todo. La realidad está llena de gente corriente y héroes que aún no han nacido. Sólo me hace falta una idea. Hace tiempo que encontré al asesino.

domingo, agosto 07, 2011

Se me cayó un brazo al suelo

El miércoles se me cayó un brazo al suelo delante de una vieja. Ni se inmutó. Casi se agacha para recogerlo y no lo hizo porque no le daba para ello la espalda. Minutos después dejé un rastro de sangre coagulada hasta la puerta del cementerio y un par de niños se dedicaron a saltar sobre ella como si fuera un charco rojo de agua. Me aproximé dando tumbos, gemidos y los críos salieron gritando mientras me tiraban piedras. Me gritaban con una sonrisa en la cara. Sonreían los muy cabrones.
En la reunión del gabinete de crisis dimos pena. Ninguno tenía éxito y cada cual aguantaban malamente su vela. La mujer de la curva estaba harta de que la dijeran groserías, contó que un par de tíos quisieron violarla. ¡Menos mal que era incorpórea! El niño al final del pasillo no era más que una sombra molesta, todos le cerraban la puerta. Harry, el viejo carnicero sádico, no dejaba de recibir palizas de adolescentes pasados de rosca que grababan con el móvil sus hazañas. Hasta tuve que confesar que lo de desmembrarse en público ya no era llamativo y la gente parecía tener más miedo a los que piden limosna.
Cuando estábamos a punto de terminar apareció la Cosa del pantano con una televisión a cuestas. El pobre estaba agazapado bajo los juncos cuando le calló encima. Ni se mojó el aparato de lo que rebotó sobre su cabeza. Hablamos con el segurata del cementerio, otro que ya no se asusta, y le pedimos un alargador y un cable de antena. Nos pusimos junto a la lápida de un cantante famoso para ver lo que ponían, él por experiencia nos recomendó la cadena. Con diez minutos de televisión entendimos. Con los vivos comportándose así nosotros acojonábamos de pena.

jueves, agosto 04, 2011

Clint

Andando por la calle me encontré con una película del oeste. Iba cargado con una mochila y una bolsa de ordenador. Hacía calor, la arena del desierto sustituida por el olor del asfalto. Sin caballos, sin polvo pero con el humo de los coches. Un señor mayor, alto, tipo Clint Eastwood caminando hacia mí. Vestía camisa de algodón roja, con los sobacos manchados de sudor y la barba, de tres días, poniendo gris en su cara. Detrás de él sentada en un banco una mujer joven, de tez morena, con aspecto de ser de más allá del océano. Indígena en otro mundo. Ella le miraba triste la espalda y mantenía la mano derecha abierta sobre sus rodillas. Como si Clint fuera culpable de ese vacío entre los dedos. Avancé unos metros haciendo un travelling con los ojos. El viejo pasó a mi lado despidiendo olor a tabaco, después crucé junto a ella encontrando lágrimas haciendo película. Al mirar de nuevo al frente completé la escena. En la puerta de un bar dos hombres sonreían con un cigarro entre los labios. Cada metro avanzado fulminaba las sombras definiendo sus rostros. En ellos vi la mirada del que está haciendo daño. Ambos hablaban en voz baja terminando cada frase torciendo los labios. Tenían delante una mesa pequeña, muy alta, donde estaban enfriando un par de cafés. Pasé junto a ellos cerrando los ojos, interrumpí el plano secuencia. Unos metros más tarde me detuve a descansar y giré la cabeza. Los dos hombres, la mujer y el anciano me daban la espalda. Ella estaba de pie y parecía llevar sus manos contra la boca. Recogí las cosas para seguir del tirón hasta casa y fue al llegar al portal cuando oí los disparos.

lunes, agosto 01, 2011

Una raspa con campo de fuerza

La tecnología es un nuevo planeta y Francisco lo quiere probar. En las orejas un par de plásticos blancos que hacen tambalear sus tímpanos escupiendo música. Pequeñas membranas que activan martillo, yunque y estribo. Estímulo mecánico transformado en señal eléctrica gracias al bamboleo de un líquido viscoso dentro de su cabeza. La calle transita alrededor. Coches y personas a un lado de la piel y células haciendo lo suyo al otro. Lleva en la espalda su portátil haciendo de caparazón con batería. Si Francisco fuera transparente sería una raspa con campo de fuerza. En el bolsillo de la chaqueta un teléfono móvil con tanta memoria que hasta da pereza pensar en llenarla. Él lo protege bajo una funda de plástico, así no se estropea la pantalla de siete pulgadas que le mantiene conectado. Francisco dentro de una red invisible de amigos, colegas que son máquinas para máquinas.
Él camino de vuelta envasado en su música, inalcanzable en la burbuja. Cada paso de cebra, cada escaparate no es más que escenario. Al llegar a casa no escucha los gritos de su madre, ¡dónde estabas!, ni los ladridos del perro exaltado por el disgusto. Él entra en la habitación, cierra la puerta y tira la mochila sobre la cama. Después enciende el ordenador de sobremesa y susurra la clave de acceso antes de teclear como un loco. Suena el timbre del microondas y, unos pasos después, el golpe de una masa de carne sobre plato de plástico junto a su puerta. Su madre hace vibrar la madera con otro grito, ¡mañana no sales de casa!, con el chucho ya ronco y desesperado prestando su banda sonora. Francisco en la habitación no percibe esa energía, duerme en una habitación sin tímpanos para hacer la conversión, e introduce en el ordenador el lápiz de ocho gigas que ha sacado del curro. Desea colgarlo todo en la nube y por eso ejecuta el programa oportuno. Pasados unos segundos Francisco se mira las manos y observa como estas se hacen transparentes cuarteándose en cuadrados diminutos. Un hormigueo de píxeles le simplifica y los cascos caen de sus oídos. La pantalla informa del final del proceso al tiempo que la silla vacía comienza a dar vueltas. Francisco dice "ya estoy aquí" mientras pega su cara en el muro.

viernes, julio 29, 2011

Que la naturaleza haga su trabajo

Calor en el aire y no imagino cómo será sobre la arena. Se tiran desnudos, despidiendo un olor extraño y llenando su cuerpo con una crema blanquecina. Algunos corren, otros se mantienen tirados sobre un pedazo de tela multicolor. Son un un buen objetivo. Si paso cerca me señalan, con la boca abierta. Más de uno se ha llevado un trozo de mierda sobre los labios.
Esta mañana me apetece desayunar fuerte. El resto prefiere la comodidad de la roca y el golpeteo del oleaje. Que la naturaleza haga su trabajo. A mí me pone la aventura. El vuelo rasante, el paseo por sorpresa y esas cosas. Después de unas cuantas vueltas creo que ya he localizado dónde realizar la parada. Siempre es mejor un grupo de mujeres. La comida abunda alrededor, ellas dan alimento a la manada. Están todas tiradas boca abajo, con una cosa abierta delante que parece entretenerlas. Hablan entre ellas sin levantar la mirada. Siendo rápida podré llevarme lo que quiera. Para descender utilizaré el aire caliente, vueltas sobre sus cabezas para que los de alrededor admiren mi belleza. Lo bello levanta menos sospechas. En cuanto toque la arena tendré unos segundos para coger alimento y puede que a la sombra encuentre una de sus crías.

martes, julio 26, 2011

Yo no peso pero caigo

El golpe es extraño. Entre sonrisas, chapoteos, un par de pelotas amarillas. Oigo hueco, como si algo en mi cabeza estuviera tapado. Como si tuviera una esponja en el cerebro. No sé. Me dejo llevar. El sol dibuja líneas hasta el suelo azul y el resto de piernas, un bosque, se mueve de un lado a otro. Dan pedales en el vacío. Yo no peso pero caigo. Si miro hacia arriba la superficie se mueve dibujando pequeños triángulos. Por momentos gruesas líneas blancas hacen que todo parezca un cristal hecho añicos, un espejo que se rompe y se arregla constantemente. Puedo ver el trampolín haciendo curvas, insinuándose para que vaya otro cliente. Notó un golpe suave en la nuca y ya he caído hasta el fondo como una pluma. Quieto y con todo flotando alrededor. Los niños patalean y veo un par de cuerpos que pasan por encima. Observo mis pies y mis manos. No se mueven. Entre tanta gente seguro que nadie se da cuenta. A lo mejor me echan de menos al recoger la toalla. Me escuecen los ojos por el cloro, sería tan sencillo cerrarlos.

sábado, julio 23, 2011

Picasso

El pintor desnudo se mueve con velocidad. Tiene los dedos pintados cada uno de un color distinto y, de forma aleatoria, traza con ellos pequeñas líneas sobre el enorme lienzo que tiene delante. De vez en cuando salta para dar un golpe con el pene, pintado de rojo, y dejar a veces un punto pequeño a veces un punto grande. No nos ve, o puede que nos vea pero nos ignore. Es un baile extraño dentro de una pecera gigante. Los tres miramos al hombre, sus carnes flácidas, su barriga llena de pelos. Si le ponemos ropa es cualquier padre de familia pasado de peso. No sabemos qué decir y, al otro lado del cristal, el tipo nos hipnotiza con sus saltitos terminados en rojo. No cambiamos nada y le dejamos terminar, hoy no deben interrumpirle. Que exteriorice. Con suerte hasta podremos vender sus cuadros. Diremos que este los crea en pelotas cuando hasta Picasso necesitaba calzoncillos.

miércoles, julio 20, 2011

Zapatos clac-clac

Sobre la pasarela un cuerpo de infarto. Tacones de aguja y zapatos clac-clac que brillan como perlas en la noche. La modelo, preciosa, camina hacia nosotros sobre pies que danzan en plano inclinado. Rodillas flexionadas sin perder la vertical y caderas en bamboleo infinito que despiden polvo con la agitación. Las manos colgando a la altura de la cintura. Diez fibras de carbono como dedos. Los hombros caídos, dibujando un ángulo obtuso con lo que debe ser el cuello. La cabeza erguida y la barbilla, por lo que se intuye, apuntando al frente como mástil de barco entre la bruma. Cuando ya está cerca se huele lavanda con un toque afrutado. Ella nos mira y se detiene un instante, retándonos. Ahí sus ojos, a juego con el negro del conjunto, nos informan de una piel canela, un par de lunares sobre el cuello y una cicatriz que va del ombligo hacia abajo. La modelo ladea la cabeza y da la vuelta para regresar a los camerinos. Abandona la pasarela y aparece otra mujer con burka. Este es más rompedor, lleva un poco de blanco.

domingo, julio 17, 2011

Todo fluye

- Siento mucho lo de tu hijo.
El hombre sujeta la mano de Pedro con fuerza. La palma seca del desconocido y la palma húmeda de Pedro se mantienen pegadas. Pedro no puede moverse. La boca abierta, el ceño fruncido y su memoria a todo trapo buscando ese rostro entre una multitud de caras que le suenan. El desconocido sonriente pero tenso, los labios enmarcando unos dientes blancos, alineados a regla.
- ¿Cómo?
Pedro separa su mano y restriega la humedad residual sobre el pantalón. Un paso atrás, centímetros para fabricar distancia. Encoge los hombros y siente un calambre en el centro del abdomen.
- Es una pena - continua el hombre.
Pedro continúa alejándose. Como si hubieran entrado en colisión y aquello fuera un retroceso a cámara lenta. Alrededor los transeúntes le sacuden en un vaivén de golpes sobre los hombros. Todo fluye, como si no pasara nada.
- No le entiendo - suelta Pedro.
El tipo mueve la cabeza comprensivo y Pedro siente como algo se rompe. Después observa como el hombre le abraza mientras el no puede ni pestañear. Siente frío sobre frío. Se separan y el desconocido continua su camino. Pasos rápidos sobre la calle. Le engulle la multitud.
Pedro se mantiene inmóvil y echa un vistazo alrededor. Invisible entre tanta gente se toca el pecho y resopla. Comprueba que la cartera sigue en su sitio y da un par de pasos antes de detenerse.
- Yo no tengo ningún hijo -dice.
Continua caminando mientras saca el teléfono móvil. En la pantalla palpita un número de diez cifras. Pedro reconoce el teléfono del hospital.

jueves, julio 14, 2011

Imagina


Te imaginaba desnuda bajo la ropa. Siempre muerta de frío, como si tiritar fuera la excusa para salir borrosa en todas mis fotografías. En todas menos en esta. Aquí las flores son flores, no algo de color rosa que parece una nube de caramelo sobre cielo de tormenta. Aquí no te mueves, ni un milímetro. Congelada en el tiempo, congelada en el papel y congelada ante mis ojos. Te has peinado de prisa, venías con ganas de seguir jugando. Los pendientes son pequeños y el cuello un triángulo color carne. Colores en todas partes. Imagina que ahora hago la foto y no sirve de nada el esfuerzo ni todo tu siglo veintiuno multicolor. Todo el tiempo, todos los inventos, la película nueva y esas salas oscuras ya no son nada si decido hacerlo a la vieja usanza. Distintos tonos de gris para la vida. ¿Llevas los labios pintados o es natural? No respondas y mira al agujero, pero sin perderte. Ya no quiero seguir imaginándote desnuda, ya sabes. Prefiero subir y bajar el objetivo, asustarte un poco. Tirita ahora si quieres, no ha habido forma de hacerte entrar en razón. Imagina que estas ante mi objetivo, sabes que yo sólo disparo fotografías.


lunes, julio 11, 2011

No sé de amor


"No sé de amor pero lo traigo de serie.

Vaya putada."

Texto escrito en la fachada de un edificio gris situado bajo una carretera de dos carriles en el casco histórico de una capital de provincias. Un par de policías la leen mientras un señor vestido de traje se pone la chaqueta. El bote de pintura sigue abierto y, curioso, su olor resulta agradable a los tres. Los agentes de la ley sonríen y se marchan sin hacer ningún comentario. El hombre de traje recoge los bártulos. "Menos mal" piensa. Le consuela saber que no es el único.

viernes, julio 08, 2011

Alicia

Alicia delante del espejo no es una metáfora. Alicia mira sus ojos y mira sus manos. Ambas son el alma bajo carne rosa. Alicia otea otro mundo, en la distancia, donde se puede saborear lo que no se tiene en la lengua y huele a vacío entre aire y aire. Habitación cerrada, puerta con llave, vida sin ganas y cristal como camino. Alicia no escucha los pasos ni escucha los gritos. Alicia sólo oye voces que susurran te quiero. Te necesito. Observa de pies a cabeza su cuerpo y no encuentra motivos. Traza una línea en su brazo, acaricia sus venas y siente palpitar sangre bajo la piel. Ella se ve como un torrente contenido en la dermis. Anatomía atrapada, no es más que un pelele. Alicia es un cuento de hadas en un mundo de coches donde no hay ceda el paso para los sueños. Alicia cae de rodillas. El espejo es frío al tacto de sus dedos, espacio infinito en ese cambio de temperatura. Los libros, tirados en el suelo, han perdido la oportunidad de rescate y no tienen pulso ni para acabar un línea. Alicia sonríe, Alicia llora. El cuento termina cuando su madre abre la puerta con un vaso de agua. Sin felices para siempre aparece una mano abierta y una mano cerrada. Alicia abre la boca. Traga las pastillas sin parpadear.

martes, julio 05, 2011

Chisporoso Robin

Terminada la función el "Chispiroso Robin" abandonaba la pista central con un par de tropiezos y toques de claxon. Los críos saltaban de sus asientos muertos de risa. Robin, Roberto para los adultos, cruzaba los barracones, las jaulas y la maquinaria de los trapecistas como un rayo hacia su camerino. En el circo era familiar su costumbre tras la función, huir hacia el espejo para quitarse el maquillaje. Era una payaso reconocido en el mundo y su sonrisa rota por un rayo verde había sido le envidia en todos los festivales. Chisporoso por su capacidad de soportar los calambres y Robin porque de pequeño su madre quiso hacerle inglés donde no le llegaba ni el nombre.
Roberto cerraba la puerta de la carabana por dentro. Persianas bajadas, poca luz y todo listo para la catarsis. Se ponía delante del cristal, cogía algodón y encendía un par de bombillas. Después pensaba en algo alegre, algo que le hubiera resultado un éxito en escena. Así, en cuanto empezaba a llorar, desaparecía el personaje.

sábado, julio 02, 2011

Sinónimos

El hombre angustiado se puso de pie al grito de vamos. Caminaba entre flashes y sobre alfombra negra. Tan sólo cabeza baja y puños cerrados. A un lado y a otro la gente pedía un saludo, un gesto. Los tipos que le rodeaban eran expertos en dar solícitos lo que se les exigía.
El hombre triste se detuvo al llegar a la escalera, delante del panel blanco con el nombre de veinte empresas de otros tantos países. Todas proporcionando riqueza para una fiesta pobre, antónimos en una reunión de sinónimos.
El hombre trágico subió hasta su escalón y observó desde las alturas el tumulto de chalecos fluorescentes y cámaras de fotos. Un tac-tac sobre un murmullo. Descubrió en los que estaban delante, los importantes, signos de envejecimiento capilar y malos trucos para esconder las piel allí donde no había pelo. Disfraz sobre disfraz.
El hombre melancólico sintió palpitar en el bolsillo su teléfono móvil. Miró con disimulo la pantalla encontrando en ella las indicaciones exactas sobre lo que tenía que hacer. Guardó el aparato y se puso erguido, dejándose llevar por fuerzas horizontales desde la comisura de los labios.
El hombre atormentado se puso a sonreír.

miércoles, junio 29, 2011

El astronauta


El astronauta cayó en un parque de atracciones. Caminó hacia la estructura a oscuras en un mundo de dos soles. La gravedad, exacta a la de la Tierra, le facilitaba la maniobra. Sacó su cámara de vídeo y lanzó la célula satélite de grabación. En el puesto de mando, a miles de años luz, un grupo de seres humanos estaba mirando su señal en la pantalla.
Abrió la valla con unas tijeras térmicas y escaneó la zona con un sensor de carbono. Pudo distinguir en la distancia dos formas de vida cuadrupedas a suficiente distancia como para no escucharle ni verle. Comprobó la ausencia de vigilancia digital rastreando frecuencias y entró en el parque.
Atravesó un par de zonas de descanso y dejó atrás una extraña fuente. A unos metros parecía dibujarse un tiovivo. Se puso de rodillas y envió un mensaje al capitán de expedición. Recibió una respuesta afirmativa. De nuevo de pie caminó hasta la máquina y observó en la oscuridad la silueta de las figuras en la atracción. Por un momento dudó si seguir adelante.
Encendió la linterna mirando al suelo, para evitar que un haz de luz perdido activara sensores avanzados de localización. Caminó despacio y apuntó a la cabeza de uno de los muñecos ensartados a modo de asiento. En el puesto de mando se escucharon gritos y una de las mujeres abandonó la sala vomitando. El astronauta realizó las fotografías de rigor e intentó regresar sin éxito a la nave. Por los nervios no escuchó el relincho de los guardias al cabalgar.

domingo, junio 26, 2011

Si pudiera usted

- ¡No vayas a la peluquería!
La señora Francisca camina de lejos. La mires como la mires siempre la ves pequeña, en la distancia. Es como esos militares en miniatura que los niños se tiran en los recreos. Camina de lejos y camina despacio. Cargada con dos bolsas de plástico, o una bolsa y un bastón. No mira más que al suelo, esquivando los bordillos y los agujeros.
- ¡Friega esto que tengo prisa!
Es una señora mayor pero menos mayor que sus años. La cara está como gastada. Cada arruga es un surco en el que da hasta miedo caerse. Cuando pide las cosas lo hace bajito y suelta un "si pudiera usted" bien pegado a la última sílaba.
- ¡No tardes!
Gasta unos zapatos negros, de punta roma. Ni para eso es bruja la señora. Suele sonreír a los niños en el parque, a los barrenderos y al señor que trae las cartas. Parece que tiene un familiar lejos y que cada mes la manda unas palabras.
- ¡Mañana haz algo de sopa!
La señora Francisca es uno de esos secundarios que cruzan la escena y te llaman la atención. Viste de negro, por su marido, lo que la hace reconocible. Siempre pasa por el mismo sitio a la misma hora como si comprar el pan, hacer los recados, fueran el metrónomo de algo que no vemos.
- ¡Ni se te ocurra despertarme mañana que te meto dos hostias!
Cuando la he visto venir me han entrado ganas de ayudarla pero ha salido uno de sus hijos. Me ha sonreído antes de dar un portazo.

jueves, junio 23, 2011

Pelota liftada

Dolor de cuello, dolor de espalda. De un lado a otro la cabeza y de un lado a otro un cuerpo cansado de tanta pelota liftada. Mirando entre líneas, como los músicos, pero sin decir más que palabras en inglés o pedir silencio a las gradas. Su vida como una cárcel de ángulos rectos. Tierra batida, cemento y césped recién cortado. De un lado a otro, de cerca las raquetas y de muy cerca los contratos millonarios pasando por delante como carne fresca a perro hambriento. Ya era un tipo mayor y ya eran demasiados partidos. Un juego para ganar un set, un punto para ganar un juego y sin ganas para seguir perdiendo. Su mujer era una imagen por videoconferencia y sus hijos sólo borrón sobre la pantalla.
Desapareció y el circuito siguió como si nada. Los grandes jugadores siguieron gritando sobre sus zapatillas con cámara de aire y los torneos prosperaron como fechas de dinero fácil en el calendario.
Sobre la cama no encontraron más que un cuaderno lleno de cálculos, una bolsa de deporte negra y una vieja pelota de tenis. Digamos que abrió la puerta de casa mientras su mujer hacia café a un extraño. Sin duda perdió el partido después de una doble falta.

lunes, junio 20, 2011

Quizá

Tal vez si hubiera preguntado dónde estaba el azúcar no habría abierto el armario de medicamentos. Quizá si no hubiera sido analfabeta las letras habrían sido algo más que líneas sobre blanco. Puede que incluso, con más tiempo trabajado en la casa, hubiera localizado sin problemas el té. Pero sin duda supo que el color azul de su señora no era ni mucho menos normal y asumió que los gritos del principio no fueron porque ardía la infusión. Por supuesto a ella la pagaban en negro, nadie preguntó por los papeles. Menos mal. Así era fácil inventar un nombre y sin duda mucho más sencillo desaparecer.

viernes, junio 17, 2011

La pareja de científicos

La pareja de científicos se mantiene en silencio. Como si en ellos la respiración fuera un acto voluntario. No hacen nada más que pestañear. Para llegar a este momento han pasado por años de estudio, por años de experimentos y por años de resultados. El dinero recibido se empleó en increíbles patentes que han curado el cáncer, el Alzheimer, la insuficiencia renal, las enfermedades reumatológicas e incluso el hambre. Ahora los niños en África se mueren de flacos pero no piden ni una gota de agua antes de expirar. Todo el mundo agradece a esta pareja de ancianos lo que han hecho por la humanidad. Entre los asistentes destacan las más altas autoridades. Presidentes, monarcas, primeros ministros y dictadores recalcitrantes. Saben que esas dos batas blancas han hecho de la Tierra un mundo repleto de bolsillos llenos.
Los científicos buscan entre la multitud la señal. El jefe de prensa del laboratorio está esperando a que las televisiones estén listas para emitir en riguroso directo su nuevo descubrimiento. Con el último acabaron con la energía nuclear. El átomo pasó a mejor vida y el metavaro se ha hecho común denominador en nuestras casas. Se apagan las luces del auditorio y la enorme pantalla plana muestra las caras de nuestros protagonistas. Cada arruga como el cañón del Colorado. Faltan segundos para que se encienda el piloto rojo, la señal, y un contador de números verdes se encarga de clarificarlo. Cinco. Los ancianos sonríen. Cuatro. Los ancianos parpadean. Tres. Uno de ellos se rasca la nariz. Dos. El otro baja la cabeza. Uno. Se hace el silencio. Sueltan la bomba.
- Señoras y señores - dice el que se rascó la nariz - estamos seguros de que nos hemos equivocado.

martes, junio 14, 2011

El hábito alimenticio del sacapuntas


Se sorprende por el golpe del vaso en la mesa. Menos mal que estaba vacío. No puede evitar mirar de nuevo el reloj antes de enredar sus dedos en el cabello de su hija.
- ¿Mamá me acercas el rojo?
La niña juguetea con los lápices esperando a que le acerquen lo que pide. Al lado la ventana deja paso a la luz de la tarde, una cortina de hilo blanco evita miradas indiscretas.
- ¡Gracias!
La pequeña comienza a pintar los bordes de lo que parecen labios sobre una cara enorme para un cuerpo muy pequeño. Tardará unos años en dibujar todo adecuado a proporciones. Tararea mientras gasta la punta del lapicero de color. No se preocupa por calibrar cuanto aprieta. Desconoce el hábito alimenticio del sacapuntas, como si sus lápices se consumieran al cansarse de colorear muñecas.
- ¿Mamá terminas tú el dibujo? - dice ofreciéndole un lapicero.
La mujer sonríe y coge entre los dedos el color negro. La niña se aparta y observa en silencio cómo perfila los ojos del monstruo involuntario que ha pintado. Sabe que es ahí donde ella no puede hacerlo tan bien y prefiere que su madre le ayude a terminar el trabajo. Se abre la puerta y la mujer rompe sobre el folio la punta del lápiz. La mejilla queda marcada por un negro a medias.
- ¡Ha llegado papá! - grita la niña.

sábado, junio 11, 2011

El collar de perlas

Encima del tablero de cristal tres enormes collares. Oro sobre oro y plata. Perlas recién sacadas del océano abisal, sin apenas tratamiento en superficie. Marfil sobre engaste de bronce con marroquineria de oro en forma de llama blanca. La mujer, embutida en terciopelo, desliza las joyas entre sus dedos. Por cómo las mira parece que más que ser clienta es un notario comprobando su autenticidad. El hombre se acerca a ellas casi jugueteando con sus destellos. Ambos no se dirigen la palabra. Él mira como seduciendo un cuerpo frío que solo habla con la luz. Ella hace que cada centímetro de collar pase por sus manos palpando imperfecciones, gruñendo con cada muesca. En un momento dado ambos asienten y desprecian dos de las cadenas con un golpecito sobre ellas. La mujer coge el collar de perlas y se lo lleva al cuello mientras hace un gesto al marido. Este toma los dos extremos del collar y, desde detrás, tira con fuerza apretando sobre su piel las perlas. Ella se pone colorada, como si fuera a reventar, y levanta la mano para que el hombre deje de hacer fuerza. Después deposita de nuevo la joya sobre el mostrador. Parece que todo está bien. Preguntan el precio y reciben del joyero una respuesta de cinco cifras. No hay sobresalto y los dos sacan al tiempo la tarjeta de crédito. Paga el hombre porque es más pesado. Sonríen mientras sale el extracto y cuchichean un poco durante la firma. Después, cuando el vendedor comienza a prepararles la caja a juego, le comentan que todavía no se lo llevan. Los dos prefieren que quite unas cuantas perlas. Quizá pueda alargar un poco el cordón de oro. La semana que viene volverán a por el collar. Si se lo llevaran ahora está claro que le iba a hacer daño a su preciosa perra.

miércoles, junio 08, 2011

¡Qué amaneceres sur-suroeste se pueden tener ahí!

- Esto es es salón. Ventanas y luz como forma de dar vida al espacio.
El vendedor camina alrededor de la pareja. Arruga la nariz, guiña un ojo y rasca su pelo. Huele a recién pintado entre las paredes blancas.
- No es nada pequeño, ¿verdad?. Tan sólo faltan muebles mejores - sonríe -. Todo parece más pequeño cuando está casi vacío. Miren por ejemplo este cuarto - da unos estúpidos saltos -. Este es el de matrimonio, fíjense en la manera de disponer la ventana. Está claro que ahí debajo una cama grande se convierte en una isla de paz. ¡Qué amaneceres sur-suroeste se pueden tener ahí!
La pareja se coge de la mano. Hacen un nudo de dedos. Asienten, como los muñecos esos que se ponen encima de los salpicaderos y que tienen un muelle en vez de cuello.
- Este es el aseo - tos incómoda del vendedor -. El lavabo es nuevo - sonrisa estúpida -. Si salimos podemos ver la cocina, aún no está del todo montada - mano a los bolsillos del traje -. Junto al sitio para la nevera hay una ventana que da al patio para poner el tendedero - mirada al suelo y patada a un resto de escayola -. Si me siguen vamos al pasillo.
Cuando están junto a la puerta blindada la pareja separa las manos. El vendedor gira el manillar y pone un pie en el descansillo.
- Como pueden comprobar es bastante agradable - dice antes de cerrar con un portazo.
Desde el interior de la casa se escucha el ruido del ascensor. El hombre echa la llave y la mujer se sienta en el sofá.
- Estoy cansada de que venga - dice -. Por muy mal que esté la cosa es la última vez que permito que nos venda lo que ya hemos comprado.

domingo, junio 05, 2011

Barbacoa


A pesar de todo fue espectacular.
Hacia tiempo que no lo pasábamos tan bien en la barbacoa. Qué buen tiempo, qué buen ambiente y qué buena estaba el agua. Todos ahí, en la piscina, jugando como cuando éramos críos. La torpeza del que no hace pie frente a la desventaja del que está en el equipo con más chicas.
Francisco ha roto los esquemas con esto de la quedada. Mira que había pasado tiempo pero como si nada.
Después del baño, en realidad mientras nos estábamos dando una paliza bajo el agua, ha preparado la mejor carne a la brasa que ninguno ha probado nunca. Deliciosa, goteando salsa barbacoa y miel con mostaza en cada bocado. Sazonada en su punto y acompañada por un brebaje morado que parecía sangría pero que dejaba un punto agrio en la lengua digno de recordar.
Hemos comido como verdaderos energúmenos.
A continuación la copa de rigor, porque ya somos adultos, y unos cigarrillos para hacer repaso a esas anécdotas que tan bien queda contar cuando aparecen las canas.
Con la noche nos hemos ido marchando en un constante "hasta luego" que ha dejado semilla para el año próximo. Yo me he quedado el último para recoger con él, que menos para agradecerle todo. Cuando terminamos le dí la mano, después un abrazo, y cogí los restos de comida para tirarlos a la basura. Francisco me devolvió una sonrisa, sin decir nada.
Al cerrar la puerta de metal descubrí el cartel de cuidado con el perro. Ni un ladrido. Después se me rompió la bolsa de plástico y puse todo el suelo perdido de huesos.


ATRAPAPALABRAS
"Un blog de microrelatos y poesía. Alberto García Salido es su autor. Especialista en relatos de cien caracteres, sólo cien. Y las fotos son muy buenas..."

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"Gracias a Alberto García Salido, "No pasa nada de nuevo...", Por mostrarme su magnífica obra..."

ASAMBLEA DE PALABRAS
"... es el blog que edita, desde algún lugar de España, Alberto García Salido. Sus textos tienden a la brevedad, ya sean poéticos o narrativos..."

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