Las manos nervudas, los dedos como maderos viejos, con articulaciones secas que sin embargo se mueven. Los ojos grises, como el cabello largo sobre los hombros, tocado con un viejo sombrero de pico que se retuerce sobre la punta para acabar señalando el camino que ya queda detrás.
El nervio en el paso, con zancadas grandes se hunde la tierra húmeda por la lluvia reciente, como si se dejara llevar por un baile de reverencias que aceleran aún más la marcha. Mecido por el viento, éste le susurra al oído lo que queda por llegar para que su gesto permanezca cerrado, imposible descifrar dónde perdió el último brillo en sus ojos.
En el horizonte el verde tamiz se ve sorprendido por el azul del cielo cayendo en picado, como el pájaro de plumas negras que espía al viejo obedeciendo las órdenes de su oscuro señor.
La sonrisa perdida como por arte de magia, no hay descanso que valga, el corazón empuja con fuerza.
Silencio pues el mago gris camina, silencio pues sólo es el principio...
El nervio en el paso, con zancadas grandes se hunde la tierra húmeda por la lluvia reciente, como si se dejara llevar por un baile de reverencias que aceleran aún más la marcha. Mecido por el viento, éste le susurra al oído lo que queda por llegar para que su gesto permanezca cerrado, imposible descifrar dónde perdió el último brillo en sus ojos.
En el horizonte el verde tamiz se ve sorprendido por el azul del cielo cayendo en picado, como el pájaro de plumas negras que espía al viejo obedeciendo las órdenes de su oscuro señor.
La sonrisa perdida como por arte de magia, no hay descanso que valga, el corazón empuja con fuerza.
Silencio pues el mago gris camina, silencio pues sólo es el principio...
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