Árboles en la ventana, verde castigo, que oscilando al ritmo del viento bailan la danza que se les obliga. Entre ellos dos personas discuten, él vacía el cargador de sentimientos dejando el suelo perdido de ideas inútiles y promesas rotas de tanto usarlas.
Ella, en cambio, vacila, cambia ligeramente su postura con cada palabra escuchada y deja escapar de vez en cuando un suspiro. A modo de señal de humo estos pequeños detalles le permiten aguantar las lágrimas que se acumulan justo por encima de un corazón que se está dando cuenta de lo mal que va todo.
Aquello comenzó con una mirada en un bar de la zona norte del pueblo, tras una par de sonrisas ya estaban sentados el uno junto al otro. Sin hablar, sin mediar palabra, comenzaron a decirse "te quiero" con gestos sencillos. Él llamo con la mano al camarero, "te amo", ella dejó el bolso sobre la mesa, "yo más". Con dos refrescos escribieron un poema de amor, con los vasos vacíos firmaron un pacto silencioso sobre lo importante que es tener en el centro de los ojos el brillo claro del que se siente feliz porque ya tiene su otra mitad.
Ahora, junto al árbol más triste del parque, los dos devuelven los lazos que una vez les unieron. Sus manos tiemblan al ir olvidando el tacto de la piel que una vez fue suya, ya nunca más recorreran los caminos que una y otra vez trazaron sobre ella. Un paso al frente y termina, para siempre. Él se marcha con el rostro preñado de lágrimas secas. Silencio bajo techo de hojas verdes, sobre suelo que ahora tiembla y parece caer bajo sus pies.
En aquel bar de la zona norte queda una mesa vacía, encima reposa un café solo que hace metáforas sobre la vida.
El café humea dejando su aroma escapar... como escapan aquellas historias de amor que a veces se escriben con un punto y final.
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