- Lo mejor este coñac - dijo el crítico de cocina.
Los labios carnosos, aún húmedos por la comilona recién engullida, se separaron como una puerta pesada para pedir la cuenta. Su barriga repleta, semejante a una cascada de grasa, se deformaba en el interior de una camisa de seda blanca. El hombre había terminado su trabajo por hoy.
Abandonó el restaurante haciendo tambalear la esfera que era su cuerpo. Solicitó su vehículo y, tras una propina ridícula, dejó el restaurante.
En la cocina, el chef, afiló sus cuchillos tras esconder el brebaje.
Efectivamente, lo mejor, había sido el coñac.
PD: yo, siempre, escribo.
1 Respuestas:
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Joaquin
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