No les digo por donde saqué a la abuelita porque seguro que no reeditarán el cuento. Tampoco les revelaré el secreto de aquellos enanitos siniestros ni los verdaderos pensamientos alegres necesarios para poder volar. Mejor me sentaré en este aparato, que ya tengo una edad, y esperaré, pacientemente. Por eso dejé bien llenas de pistas todas mis películas, porque siempre me ha divertido imaginar a la gente del futuro buscando secretos entre tanto dibujo y moraleja barata.
Mira, parece que ya aprietan el botón.
Enseguida comienzo a sentir sueño. Percibo también un poco de frío.
Dentro de unos años, cuando despierte, quizá estas benditas máquinas dejen de ser, aparentemente, como una simple nevera.
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