Leandro comenzó a repartir deseos aquel lunes tras el portazo. Se le ocurrió al pensar que al vagabundo de su calle le vendrían bien unos zapatos nuevos. Decidió convertir el primer día de la semana en una especie de lotería para caras tristes. Todos en el barrio haciéndose ilusiones. Yo he pedido un teléfono, yo un balón nuevo, yo un viaje a un sitio que esté muy lejos. La televisión autonómica no tardó en hacer un reportaje sobre la calle de los sueños cumplidos. Leandro, como los asesinos en la escena del crimen, se hizo un bulto más entre la gente que enfocaba la cámara.
Al empezar la quimioterapia se tuvo que hacer un calendario. El médico no sabía por dónde iban los tiros cuando solicitaba por escrito los días de tratamiento. Empezó a utilizar el correo para anticiparse a los vómitos y a esas ganas de estar en casa bajo la manta. Si le venía mal salir porque todo olía a vinagre ajustaba los encargos por vía postal.
Estuvo un año haciendo las maletas para los sueños de otros. Utilizaba el paseo matutino para hacer su lista aprovechando que la anemia le procuraba la velocidad justa para no perder ni una conversación. Con su libreta de dos caras. Una para sus cosas y otra para las del resto.
Durante el ingreso se ganó a una celadora muy bajita, su propio duende, para que le echara una mano con los sellos. Las enfermeras se preguntaban cómo era posible que con tantos conocidos a quién escribir nadie le hiciera una visita.
El último domingo se mantuvo entretenido mirando el reloj. Detrás de la mascarilla se adivinaban sus ojos haciendo la ruta con el segundero. Al llegar la medianoche pidió ayuda para tomar un poco de agua y entregar otra carta. La auxiliar, mientras sujetaba el vaso, le miró extrañado al comprobar a quién estaba dirigida. La mujer dejó encima de la mesilla el sobre cuando Leandro, tranquilo por haber enviado su encargo, cerró los párpados para soñar.
2 Respuestas:
Esa carta, la del sueño eterno, contenía un deso ya cumplido. En cada uno de los anteriores envíos.
Excelente relato Un abrzo.
Gracias Amando.
De nuevo me resultó bastante complejo saber hacia dónde ir.
Un saludo.
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