- ¡Niño, tira pa' Linares! - ordenó.
El sargento miró al cielo. La mañana se presentaba tranquila y no volverían allí en al menos otro par de días. Tanto él como su subordinado merecían un descanso. A su lado el joven cabo dejó el fusil en el suelo y, temblando de frío, recogió los bártulos. Cumplida la misión se alejaron con paso rápido dejando el cuerpo bajo el muro. Sin ver que en el rostro del prisionero quedó congelada una sonrisa irónica.
Con aquella orden, pensaba el cadáver, el sargento había inventado una elegante manera de disparar a un pueblo para matar a un hombre.
"El tipo que escucha" en "Radio Taraská" (RNE3)
Hace 15 años
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