Y entonces él, con esa sonrisa radiante y mirándola embobado, me presentó:
- Este es Rafa, mi primo.
Me dejó delante de ella, observando inmóvil a aquella mujer. Recordando que instantes antes estaba bien a gusto tirado en el sofá. Justificándome al pensar que no pude negarme pues se habría enfadado conmigo.
Pasados unos segundos la mujer se quitó la ropa y quedó completamente desnuda. La puerta se cerró con un portazo y descubrí, al girarme, un billete de color verde sobre la mesilla. Él sabía que a mi no me gustó nunca que me regalaran dinero.
- Me llamo Rafa –dije antes de ser empujado sobre el colchón.
Ya son dieciocho.
Y soy su primo.
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