No sabía que aquel culo era un corazón dibujado en su honor, que las manos eran tenazas y los ojos dos faros negros que invitaban a desaparecer de allí. Tirado en el suelo, sin saber muy bien donde estaba, tanteaba el asfalto buscando la pistola. Sin tiempo para encontrarla. Unos segundos tal vez. El tipo vestido de negro le observaba dejando escapar desde sus labios un hálito blanquecino oscilante. Humo.
El miedo se clavó en sus entrañas y le obligó a guardar el aliento. Vio de este modo cómo el cañón de su revólver escupió la última bala.
Que se clavó en su nuca y le suicidó por la espalda.
"El tipo que escucha" en "Radio Taraská" (RNE3)
Hace 15 años
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