- Por favor, sea breve – dijo el presentador para dar inicio a la prueba.
El hombre, lejos de asustarse, se sentó frente a la hoja en blanco y afiló el lapicero como si aquello fuera un arma con la que plantear batalla. Parecía saborear los momentos previos a iniciar la escritura y sonreía al dejar que las ideas hicieran río en su cabeza.
¡Qué espectáculo!
Erguido sobre la silla, dispuesto a crear con pocas palabras una obra de arte.
La expectación era máxima y el regidor del programa lanzó un zoom vertiginoso contra los ojos del escritor haciendo partícipe a la audiencia de lo que estaba ocurriendo detrás de sus córneas. El hombre tomó aire y exhaló como si se estuviera fumando en un cigarrillo invisible los nervios mientras la música, especialmente elegida para la emisión, convertía esos momentos en una escena dramática acompañando el ritmo vertiginoso de los tiros de cámara.
El escritor sobre la mesa, plano medio.
El lápiz en su mano derecha, plano corto.
La hoja blanca e impoluta, primerísimo plano.
El escritor movió, de forma imperceptible, el brazo derecho para desentumecer los músculos. Después pulgar e índice capturaron el lapicero para llevar la punta, rota al contacto por la presión, sobre el papel. Comenzó a escribir y el movimiento de la cámara siguió los vaivenes de su mano convirtiendo en un balanceo la experiencia.
Cuando llegó el punto y final la música se interrumpió dejando escuchar unos tímidos aplausos silenciados por el propio escritor alzando la mano izquierda. Este se levantó y caminó hacia el presentador al tiempo que se repetía, a velocidad superlenta, el trazado de su mano sobre el papel convirtiéndolo en un increíble deporte mínimo.
El presentador comprobó el texto evitando gesticular. Después asintió con una sonrisa y el autor, acompañado por una gran ovación enlatada, regresó a su silla. Las cámaras enfocaron su rostro para capturar la reacción ante de los halagos que el locutor, puesto en pie, dijo sobre su obra. A continuación se mostró al público, tenso y dubitativo, para regresar finalmente al presentador que, tras aclarar la voz, leyó el escrito con tono solemne.
- “Tan sólo soy escritor porque me pagan”.
Silencio en el plató.
Fundido en negro.
Fin, por supuesto, del increíble programa.
1 Respuestas:
Jajajaja!!!lo has descrito tan bien, q veia la escena perfectamente...y el final, impredecible...jajajjajaja!!muy bueno!!
Saluditos de la chica q escribe sin más.
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