Perforó su abdomen.
Certero.
El viejo cayó en brazos del extraño, creando señales de humo inútiles con el vaho de su respiración. Éste lo puso sobre sus hombros y lo introdujo en el asiento trasero del coche.
Atravesó la ciudad deteniéndose, sigiloso, frente a la puerta de un hospital. Una vez allí dejó al hombre en el suelo.
En poco tiempo el vigilante de seguridad vio el bulto.
El cirujano, con los hombros cargados, tomó el bisturí.
Certero.
Perforó su abdomen.
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