
miras a tu izquierda.
Ves el cielo.
Nubes.
Y piensas.
A ver si despeja."
Y se vistieron para la misa de 12. Con su corbata, su camisa blanca y su chaqueta negra. Se miraron al espejo y confirmaron que la raya, bien recta, seguía trazada en su pelo. Cogieron las llaves, el monedero y el teléfono móvil (por supuesto en modo silencio). Cerraron sin hacer ruido la puerta de casa y bajaron a la calle con una sonrisa afable en el rostro. Miraron al cielo, se santiguaron y comenzaron a andar.
De repente uno de ellos se detuvo dándose una palmada en la frente. Volvió a toda prisa sobre sus pasos y cogió, casi la olvidó, su bendita pistola.
"Elemento, o individuo si nos ponemos estrictos,
que ocupa el lugar que no le corresponde."
"Dicese de la única autopista hacia el corazón del que no tiene otro camino para llegar a él."
El serenatero gustaba de enseñar equilibrios a las cabras. Dedicaba horas a ponerles sobre dos patas para enseñarlas a andar. Instruyéndolas para sostener sobre su morro naranjas y limones. Hasta decía tener una que era capaz de mantener una almendra para luego lanzarla al aire y engullirla sin dejarla caer.
Recuerdo todavía cuando vino corriendo un día a decirnos que una de ellas, la más vieja, se había puesto a escribir sus memorias en verso.
- ¡Para que luego digan que ya no quedan artistas en los manicomios! – nos dijo exultante.
Y razón, al hombre, no le faltaba.
El señor Francisco, cuando amanece y no hay nadie en las calles, sale todos los días a dar un paseo. Se va a la otra punta del pueblo parar comprar el periódico y leerlo mientras regresa a la residencia andando deprisa para llegar antes de que se despierten.
No quiere que al pillarle se acaben las caminatas.
Cuando llega al edificio debe tirar el diario y después regresar a la cama.
El resto del día se lo pasa tumbado. Con la baba colgando y la mirada perdida.