La que siempre lucía antes de que los bombardeos acabasen con él. Y lo de lucir no es una forma de hablar. Su costumbre era quedarse muy quieto en el centro de la plaza y esperar los primeros rayos de sol. Ahí enmedio, dando a veces los últimos bocados a su desayuno, esperaba el momento en el que la luz golpeaba su espada de capitán de caballería para gritar, como en un trueno, un “arriba España” que era capaz de sobresaltar al pueblo entero.
Y así murió, gritando mientras brillaba su metal, convertido en el blanco perfecto para la primera bomba que tocó el suelo de Gernika.
1 Respuestas:
Es que, en estos nortes, el sol es un bien extraño que hay que absorber en cuanto se puede.
Guernika... demasiado dolor entre sus calles. Hasta el árbol se murió de enfermedad de enfrentamientos.
Un beso grande.
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