¿Te acuerdas de mí? – solté.
Lo dije tras asegurarme de que estaba gozando de sus últimos segundos de conciencia.
Él separó los párpados, sorprendido, quizá intentando permanecer despierto en un último esfuerzo.
Al verle ahí, bajo la sábana, pensé en el tiempo como una balanza que siempre tiende a permanecer en equilibrio.
Disfruté al comprobar que su memoria se inundaba con aquellos motes y bromas que él y sus amigos utilizaban para martirizar a un niño gordito durante sus años de infancia.
Saboreé aquellos segundos y cuando cayó dormido inicié mi trabajo.
- Bisturí – dije guiñándole un ojo a la enfermera.
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