- Los hombres que a mí me gustan no saben llorar. Mis trabajadores reciben años de entrenamiento y no hay más que fijarse en sus ojos para descubrir que usted libera lágrimas a menudo. No puedo contratar a alguien cuya tristeza sea incontrolable – le dice sonriente.
El hombre, cabizbajo, se marcha con paso rápido. Se lleva las manos al rostro y retira con rabia el maquillaje que cubre sus labios. Después lanza muy lejos la prótesis roja de su nariz y sale de allí rompiendo contra la puerta el adorno de lentejuelas que tiene sobre el hombro.
Abandona, sin mirar atrás, el único circo repleto de auténticos payasos.
El hombre, cabizbajo, se marcha con paso rápido. Se lleva las manos al rostro y retira con rabia el maquillaje que cubre sus labios. Después lanza muy lejos la prótesis roja de su nariz y sale de allí rompiendo contra la puerta el adorno de lentejuelas que tiene sobre el hombro.
Abandona, sin mirar atrás, el único circo repleto de auténticos payasos.
3 Respuestas:
Qué triste, pero qué triste relato, Alberto
Besos
Ío
A mí me gustan los hombres que saben llorar......!
Si a un payaso se le ve reflejada la tristeza en los ojos jamás podrá hacer reir, pero digo yo que hasta los payasos tienen derecho a echar unas lágrimas de vez en cuando.
Tal vez si lloraran más darían menos miedo porque los veríamos más humanos.
Un guiño.
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