El mendigo y el vagabundo se encuentran frente a frente en la acera. Adoquines estrechos, charcos junto al bordillo y pequeñas piedras rellenando los grietas. Caminan el uno hacia el otro como dos vaqueros en OK-corral, aceleran el paso y su aliento es el vapor de un tren de mercancías a todo trapo. Uno amenaza disparando saliva mientras tose y el otro se parapeta tras un ácido olor a podredumbre que genera alrededor una burbuja amarilla de inmunidad.
Los dos, harapos andantes a la carrera, se atraviesan el uno al otro con un siseo.
No hay golpe, no hay daño, no hay vísceras ni sangre. Nadie se percata alrededor y continúan el paseo hasta su casa bajo el puente, hasta su banco de madera bajo un árbol sin podar.
Inmunes en la muchedumbre juegan a ser fantasmas.
Vagabundo y mendigo.
Transparente e incorpóreo.
Mañana, en nuestras narices, volverán a chocar.
1 Respuestas:
así es la vida. todos estamos demasiado ocupados mirandonos nuestro ombligo... aunque me pese reconocerlo el ser humano es egoista por naturaleza.
un saludo
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