Hotel de cinco estrellas en el rincón más apartado del mundo. Silencio en las ventanas, sol en los alrededores. Javier ahorró durante años para visitar aquel lugar. Años de trabajo y semana de vacaciones de lujo absoluto como recompensa. Desde que llegó al recinto fue agasajado por la sonrisa amable de los empleados, capaces de hacerle sentir el único cliente. En los pasillos no se cruzó con nadie y disfruto de ver tan sólo su reflejo en los cristales que forraban las paredes. El hilo musical, como una una ola sonora, invadía el interior pulcro de las habitaciones. Desayuno exquisito, café siempre recién hecho, y sala individual para disfrutar de los periódicos de la mañana. Tres personas dispuestas para ofrecerle lo que necesitaba y traerle lo que se le ocurría. Alquiló un coche pequeño y dio un par de vueltas por los alrededores. Los pueblos parecían decorados de película, la carretera transitaba en un permanente expositor de imágenes inenarrables que repetían las bellas imágenes ofrecidas en el folleto de la agencia de viajes. Javier fue dejándose ir en un constante susurro tranquilo. Como adormecido por el buen hacer de los trabajadores, convencido por su habilidad para estar donde necesitaba cuando los necesitaba. Disfruto de masajes en los pies, de ese olor a menta que libera los pulmones del peso de la ciudad. Acopió fuerzas en comidas ligeras que salpimentaban la lengua y degustó vinos extraños que hacían cambiar el aire. Cuando terminó la semana Javier bajó a recepción y solicitó la cuenta. Se prometió durante años no mirar el número bajo la última suma. No le sorprendió ver a todo el servicio dispuesto a despedirle. Sonrientes, peinados, con el uniforme de la casa y dibujando una muralla de amabilidad difícil, muy difícil, de sortear.
"El tipo que escucha" en "Radio Taraská" (RNE3)
Hace 15 años
1 Respuestas:
Un buen microrelato, buena música, lo disfruté, saludos
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