El escritor, habitual en esos ambientes, se deja la bufanda a rayas alrededor del cuello. También se ha dejado, en todos los sentidos, la barba de tres días, los pómulos pronunciados y unas ojeras magníficas. Con una copa de vino y un cigarrillo, aunque no fumó en su vida, escucha las indicaciones del fotógrafo. Después de más de cincuenta chasquidos parece que el amo de la cámara ha redescubierto su lado bueno. El perfil sobre fondo blanco, el ojo izquierdo pegado al objetivo, para mirar por infinito al infinito, para que la nariz apunté más allá de las páginas olisqueando lo que hay fuera.
El escritor abandona la sesión de fotos sin apenas ponerse ropa, el misticismo del autor atormentado le disfraza también en exteriores. De regreso a su mesa, a su pantalla de ordenador, maldice la necesidad de escribir para terminar poniendo siempre el mismo lado, la misma mano. Le atormenta su perfil en la solapa al pulsar la primera letra de su próximo libro. Cada página es ser menos él para ser más lo que quieren otros. Y termina el primer capítulo con la misma idea que al empezar su pesadilla. La foto mucho mejor de espaldas.
2 Respuestas:
Será que la fobia a convertirse en un personaje que sostener sólo llega después de haberse convertido en uno, ¿no?
La respuesta a la pregunta repetida en muchas entrevistas de: ¿Que harías si no fueras famoso?
Buen micro.
Un saludo.
¡Gracias Pedro!
Publicar un comentario