El vendedor de salchichas gritaba mucho. "¡Salchichas frescas!, ¡Que se me acaban las salchichas frescas!". Las señoras del barrio, con bolso de piel sobre codo de años, se acercaban como hipnotizadas por su vocerío. "¿A cuanto están?" Era fundamental darse prisa, la mercancía siempre era escasa, una estrella fugaz de proteínas, y cuanto más tarde más caro. El ambulante terminaba rodeado por una hélice de billetes al aire, sacando ristras de una bolsa de esparto con el fondo morado por la sangre coagulada. Terminada la venta se secaba el sudor y quedaba unos segundos quieto, recogiendo el puesto invisible con la mirada. Abandonaba el barrio con el saco sobre los hombros sin avanzar el siguiente día de ventas. Desde la ventana utilizaba los prismáticos hasta ser incapaz de hacerle más que un punto en la distancia. Era curioso observar como todos los perros huían al verle pasar.
"El tipo que escucha" en "Radio Taraská" (RNE3)
Hace 15 años
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