"Los fantasmas se pasean por la tienda a su antojo.
Toquetean todo sin miedo a romperlo
y sus manos, incorpóreas, juegan con cristales caros como si tal cosa.
Los niños pegados unos a otros, sin traspasar el umbral de la puerta,
los observan con envidia.
Ellos tienen prohibido el paso
porque no son fantasmas.
Ellos existen, no como los otros,
y por eso, maldita su suerte,
sí son capaces de destruir lo que tocan".
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