El día de su cumpleaños observaba el teléfono móvil como el que espera una regalo. Actitud de ya falta poco en todos sus gestos. De pie, sentado, junto a la ventana, incluso caminando por la calle desierta. La batería a rebosar como argumento para seguir mirando la pantalla.
Ni un mensaje.
Ni una llamada.
Decepcionado buscó refugio en la memoria de su teléfono. Abrió la agenda y buceó en esos nombres que se acumulaban en ella como una ristra de letras. Todos alguna vez conocidos pero diluidos por el tiempo. Se preguntó ¿cuantos contactos conoces de todos los que tienes guardados en la agenda de tu teléfono?
Y se agobió.
Y por agobiarse se lanzó a por el papel como formato que guarda lo que realmente importa. Buscó en los cajones el nombre de esa chica. Sí, esa chica que le besó en los labios poniendo un remite a su boca.
No la encontró.
Buscó el nombre de sus padres, buscó a sus hermanos.
Nada sobre blanco.
Encendió el ordenador y navegó en seco por páginas de gente que le quiere, de gente a la que gusta con un pulgar hacia arriba y comenta sus comentarios sobre las cosas que no importan a nadie. Se aseguró de que su perfil estaba actualizado y comprobó que la fecha de nacimiento era correcta.
Nada.
Silencio virtual para una necesidad real.
Se miró las manos y buscó en las líneas que nacen de tanto doblarlas. Entonces se percató, estaba comenzando a ser borroso en los bordes y a escasear de relleno en el cuerpo. Transparente. Sus píxeles se estaban cayendo a pedazos y el hardware así ya no valía para nada. Está claro que uno queda obsoleto en el mundo de las pantallas táctiles cuando te quedas sin dedos.
Terminó el día y cambió sus datos. Ya no era nadie, ni foto en el recuadro ni seguidores en la distancia. Cerró los ojos totalmente dispuesto a reiniciar.
2 Respuestas:
Muy buena minificción pues permite que pase mucho más de lo que uno se había imaginado. Saludos
Qué buen relato! Me encantó y me siento muy identificada con el pobre que nadie saludó y que desapareció de la red.
Besos
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