- Eso es lo que me debes.
Sobre la mesa el papel arrugado. La tinta negra dando solemnidad de testamento a lo escrito. Un par de palabras en una línea y una subordinada compleja en la siguiente. Todas con un número a izquierda y derecha. A izquierda las raciones pedidas, lo servido, a la derecha el montante final por cada uno de los servicios.
Dos vasos medio llenos de cerveza, un plato de patatas fritas sin tocar y el eco de una discusión entre paredes. Ella sentada, con gafas de sol, ocultando bajo cristales opacos unas pupilas que no le miraban a la cara estando perdidas ya en otro sitio. Él de pie, la mano abierta con la palma extendida hacia ella, pidiendo lo que era suyo.
- Te he hecho un buen precio.
Ella revisó la cuenta, echó su tiempo en cada coma y en esos recuerdos que sólo aparecen como fotografía en la memoria. Al principio la boca hizo sonrisa y poco a poco, como el café que amarga con las horas, se fue torciendo hasta terminar con los labios apretados formando un sello.
- Está casi todo bien.
- ¿Casi? - preguntó él.
- Me querías cobrar también lo único de lo que me arrepiento -dijo señalando el papel.
- ¿Eso? - sonrió -. Te lo regalo. Es justo que al menos te salga gratis el primer beso.
1 Respuestas:
Precioso por lo simple y por lo facil que describes la realidad de unos minutos de cualquier dia, momento, etc
Gloria, radiologa de cabecera
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