Eres un bastardo. Hijo de hombre y elfo que busca entre las montañas la pista última que le permita recuperar el reino perdido por sus antepasados mediante una treta. Portador de espada corta, arco, flechas de baobab y pequeños cuchillos de hoja plateada que brillan ante la amenaza de los vampiros de la estepa. No llevas casco pero sí una ligera cota de malla que te protege contra golpes de arma roma. Es de noche, has hecho un agujero en la tierra y esperas muy atento que llegue un nuevo día. Cenaste un par de liebres cazadas con ayuda de tu viejo perro. Ahora oyes un ruido, parece que está a tu izquierda. Sabes que si te dejas llevar por el pánico serás descubierto. Delante de ti un enorme muro de roca te impide la huida. A tu derecha el río caudaloso de Egremor donde los peces carnívoros hacen de sus aguas un infierno a dentelladas. Mala suerte. Sientes como tu corazón se acelera, te pones nervioso. No sabes qué hacer. Mierda de vida, ¿verdad?
Ahora tira los dados.
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