El primero y más rápido, sólo un archivo para toda la humanidad. Descarga gratuita, sin publicidad. La aplicación única que permitía retocar la vida. El azar le cayó en el cogote. No tardó en salir a la calle dispuesto a ponerle filtro a las cosas. Sus ojos a través de una lente a través de sus dedos. Sepia para esa señora mayor o el viejo quiosco de chucherías. Lomografía para el resto, tendencia absoluta, el cielo amarillo y el Sol de un azul marino intenso. Jugó con las proporciones y abusó de imágenes panorámicas para espacios pequeños. Dejó las aceras llenas de adoquines de colores y a la gente exclamando sorprendida al verse marrón, pixelada, hecha miniatura o moviéndose por la calle a cámara lenta. Aprendió a cortar y pegar, a difuminar límites entre edificios y personas. Se cargó las palomas e hizo grandes los peces de la fuente vieja en la plaza. Se gastó los dedos sin apenas exprimir el regalo y agotó prácticamente la batería mientras intentaba pasar un par de plantas al puntillismo. Regresó a casa observando su obra. Eran ya muy pocos los que mantenían su forma original. Desde las ventanas abstractas sentía miradas curiosas, casi picasianas gracias al ángulo de noventa grados que había puesto en algunas cabezas. Al llegar a destino, su nueva mansión de tres plantas por el efecto clonado, enchufó el teléfono a la red. Emitió un pitido, como una campana, y él se tiró en el sofá para ver la televisión. Las noticias le ofrecían aún más lugares que cambiar. Su madre salió de la cocina con los brazos cruzados. El delantal de siempre, lleno de infancia en migajas, haciendo escudo sobre su pecho. Le preguntó que había hecho con el perro. Dos cabezas, cola rosa y ocho patas. El pobre no era capaz de andar un par de pasos sin hacerse un nudo entre articulaciones. Él levantó los hombros, así le gustaba. Además no había guardado copia de seguridad, no era posible la vuelta atrás. Su madre siguió gritando mientras él se levantaba hasta el teléfono. Ella le apuntó con el dedo mientras se iniciaba la aplicación. Abrió la modalidad de sonido y activó el silenciador. Ella quedó muda, moviendo los labios, disparando saliva entre dientes. El se carcajeó mientras curioseaba las opciones que le ofrecía el programa. Pulsó sobre una goma de borrar y apareció en la pantalla un punto blanco. La madre cerró la boca en cuanto él lo situó muy despacio sobre su corazón.
"El tipo que escucha" en "Radio Taraská" (RNE3)
Hace 15 años
1 Respuestas:
Tremendo, capaz de todo con ese artefacto, menos mal que por aquí no ha llegado.
Pobres gentes, pobre madre, pobre perro, uf, estoy pensando si no será que te habrás encontrado con él, por lo del color y eso...
Un beso desde mi mar,
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