- Juro que es la última vez que me echas de casa.
La puerta, dejando ir la luz por la rendija, pegó la mirada de uno en la del otro. Ella echó el cerrojo y se apoyó en la madera dejándose caer como cera. Él cerró los puños, se abrochó la chaqueta y encendió un cigarillo. Salió a la calle con el paso extraño. Se detuvo entre los coches y esperó paciente. El tiempo daba igual. Es de los que piensa que no hay segundos cuando hay promesa. Un hombre de los que cumple su palabra.
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