- ¡No dispare!
Silencio entre los invitados.
Demasiada tensión para una instantánea directa al recuerdo.
Porque a Luis las relaciones le duran veinte fotografías.
Economiza imágenes en función de la susodicha.
Con las primeras iba a toda caña. Se ventilaba un carrete en menos de una semana. Como él solía decir tenía ganas de revelarse la vida.
En cuanto ganó experiencia, a eso de los veintiuno según sus cálculos, decidió disfrutar más la cosa. Fotografías cuidadas, con ese arte del joven inexperto que quiere conquistar más por lo que promete que por lo que es.
Ya maduro, es decir con alguna cana, se hizo con su primera cámara digital. Todo un mundo en megapixeles. Jugaba con el tiempo, la resolución y los filtros. Tenía un diario magnífico en la tarjeta de memoria. Las novias de baja resolución eran las de menos de un mes y las parejas interesantes llegaban a tener presentación con diapositivas para saborear las diecinueve imágenes previas a la ruptura.
- ¿Cuantas llevamos? - le pregunta al fotógrafo.
Los dos abrazados y él con cara de circunstancias. Cuando escucha el pitido con el que se activa flash sabe perfectamente que esta otra vez es la última.
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