Cien metros, ocho calles y una meta. Los tímpanos tensos como piel de tambor. Sudor sobre la piel y músculos preparados. A un lado el profesor, el entrenador, el médico y el masajista. Al otro la novia, la madre, la hermana y un par de vecinas. Entre la multitud una multitud. Él nervioso, con los glóbulos rojos cargados de oxígeno para las vacas flacas que se venían encima. La respiración de los otros como banda sonora. Una carrera, un romper de tendones y todo hecho.
- ¡En sus marcas!
Las yemas al tartán. Huellas digitales como zarpas de pantera. La televisión lanzando la imagen de sus piernas de un lugar a otro del mundo. Agazapado, dispuesto a huir tras un disparo. Hombre contra hombres contra un cronómetro.
- ¡Listos!
El árbitro tanteó la pistola. Nadie en la pista salvo zapatillas caras y cuerpos preparados. El viento oscilaba de este a oeste facilitando una buena marca por la especial disposición orográfica del estadio y la estratégica distribución de las puertas de acceso. El arquitecto en su casa feliz, problema resuelto a favor y gloria de la ciudad que pone el dinero. Siempre se corre de récord en capitales que pagan rápido.
¡Pam!
Entre los gritos más de uno pensó en salida nula. Después todo fue caos, muchas preguntas e infinitas manos en la cabeza. La repetición con la sorpresa en los ojos del atleta ofreció la pista. En diez segundos terminó todo, así era como nos tenía acostumbrados.
1 Respuestas:
Tienen su aquél estas letras... aunque me queda la duda de quién disparó y a quién... por eso de la costumbre...
Salud!!
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