El golpe es extraño. Entre sonrisas, chapoteos, un par de pelotas amarillas. Oigo hueco, como si algo en mi cabeza estuviera tapado. Como si tuviera una esponja en el cerebro. No sé. Me dejo llevar. El sol dibuja líneas hasta el suelo azul y el resto de piernas, un bosque, se mueve de un lado a otro. Dan pedales en el vacío. Yo no peso pero caigo. Si miro hacia arriba la superficie se mueve dibujando pequeños triángulos. Por momentos gruesas líneas blancas hacen que todo parezca un cristal hecho añicos, un espejo que se rompe y se arregla constantemente. Puedo ver el trampolín haciendo curvas, insinuándose para que vaya otro cliente. Notó un golpe suave en la nuca y ya he caído hasta el fondo como una pluma. Quieto y con todo flotando alrededor. Los niños patalean y veo un par de cuerpos que pasan por encima. Observo mis pies y mis manos. No se mueven. Entre tanta gente seguro que nadie se da cuenta. A lo mejor me echan de menos al recoger la toalla. Me escuecen los ojos por el cloro, sería tan sencillo cerrarlos.
"El tipo que escucha" en "Radio Taraská" (RNE3)
Hace 15 años
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