Andando por la calle me encontré con una película del oeste. Iba cargado con una mochila y una bolsa de ordenador. Hacía calor, la arena del desierto sustituida por el olor del asfalto. Sin caballos, sin polvo pero con el humo de los coches. Un señor mayor, alto, tipo Clint Eastwood caminando hacia mí. Vestía camisa de algodón roja, con los sobacos manchados de sudor y la barba, de tres días, poniendo gris en su cara. Detrás de él sentada en un banco una mujer joven, de tez morena, con aspecto de ser de más allá del océano. Indígena en otro mundo. Ella le miraba triste la espalda y mantenía la mano derecha abierta sobre sus rodillas. Como si Clint fuera culpable de ese vacío entre los dedos. Avancé unos metros haciendo un travelling con los ojos. El viejo pasó a mi lado despidiendo olor a tabaco, después crucé junto a ella encontrando lágrimas haciendo película. Al mirar de nuevo al frente completé la escena. En la puerta de un bar dos hombres sonreían con un cigarro entre los labios. Cada metro avanzado fulminaba las sombras definiendo sus rostros. En ellos vi la mirada del que está haciendo daño. Ambos hablaban en voz baja terminando cada frase torciendo los labios. Tenían delante una mesa pequeña, muy alta, donde estaban enfriando un par de cafés. Pasé junto a ellos cerrando los ojos, interrumpí el plano secuencia. Unos metros más tarde me detuve a descansar y giré la cabeza. Los dos hombres, la mujer y el anciano me daban la espalda. Ella estaba de pie y parecía llevar sus manos contra la boca. Recogí las cosas para seguir del tirón hasta casa y fue al llegar al portal cuando oí los disparos.
"El tipo que escucha" en "Radio Taraská" (RNE3)
Hace 15 años
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