- ¿Y dices que cuestan 10 euros?
- Sí.
Los dos miran al frente y se rascan la cabeza. A unos centímetros cae el primero.
- ¿Y la gente los paga para esto?
- Sí.
El veterano emite un sonido gutural, entre gemido, ronquido y carcajada. A unos metros todo son exclamaciones.
- ¿Y luego nos los regalan?
- Sí.
Un par más caen junto al pie derecho del recién llegado que se agacha esperando tocar algo de plástico, una imitación.
- ¿Y lo cojo y me lo como?
- Sí.
Mantiene sobre la palma de la mano el proyectil mientras mira de un lado a otro. Piensa que todo es una broma, no puede ser tan fácil. Él está acostumbrado a otras cosas.
- No me lo creo.
- Pruebalo.
El veterano se adelanta hasta llegar al primer objeto lanzado. Se pone en cuclillas, da un par de botes, y se lo traga sin apenas masticar. El nuevo le imita dejando vacía su mano derecha. Entre mordisco y mordisco comienza a gritar.
-¡Son gilipollas!
La gente, excitada por el éxito, desata una tormenta de cacahuetes sobre la jaula.
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