Fue abrir la puerta y el lugar me puso triste. Como un silencio entre sonrisas. Arrugas sobre la piel estirándose como una goma antes de romperse. Retumbaba música de otra época dando ritmo a un montón de viejas vidas en separado. Sin duda demasiada roca solitaria haciendo isla para náufragos. La fiesta era otra, lejana, familia de un recuerdo que no hace historia. Todos bailando y yo frío. Hálito de nieve. Ojos de cristal sin lágrima. Diluido entre intenciones de una cama por llenar y besos como alimento para las ganas. Flujo de gente con vidas que chocan y que salían despedidos de un sitio a otro hasta llegar a la barra para pedir una copa. Olía a sudor, a humo de cuerpo. La masa danzando aliñada por luces de colores que ridiculizaban colgajos, resaltaban barrigas y no escondían lágrimas surgidas de párpados vencidos por los años. Nadie mirando a nadie. Yo terminé roto por el esfuerzo. En la calle pedí un taxi escupiendo en un grito las ganas de intentarlo de nuevo. Cada minuto en el reloj terminó siendo un latigazo. La próxima lo intentaré en otro local. Mi mujer siempre lo dice, para ligar las discotecas son un suplicio.
"El tipo que escucha" en "Radio Taraská" (RNE3)
Hace 15 años
2 Respuestas:
Bueno pasó algo,solo decirte que está muy bien escrito.Diría que hasta demasiado para mi gusto.Pero como de gustos no hay nada escrito, lo encuentro entretenido.Saludos.
Gracias Hydro.
Me quedó algo "recargado".
Un saludo.
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