Se sorprende por el golpe del vaso en la mesa. Menos mal que estaba vacío. No puede evitar mirar de nuevo el reloj antes de enredar sus dedos en el cabello de su hija.
- ¿Mamá me acercas el rojo?
La niña juguetea con los lápices esperando a que le acerquen lo que pide. Al lado la ventana deja paso a la luz de la tarde, una cortina de hilo blanco evita miradas indiscretas.
- ¡Gracias!
La pequeña comienza a pintar los bordes de lo que parecen labios sobre una cara enorme para un cuerpo muy pequeño. Tardará unos años en dibujar todo adecuado a proporciones. Tararea mientras gasta la punta del lapicero de color. No se preocupa por calibrar cuanto aprieta. Desconoce el hábito alimenticio del sacapuntas, como si sus lápices se consumieran al cansarse de colorear muñecas.
- ¿Mamá terminas tú el dibujo? - dice ofreciéndole un lapicero.
La mujer sonríe y coge entre los dedos el color negro. La niña se aparta y observa en silencio cómo perfila los ojos del monstruo involuntario que ha pintado. Sabe que es ahí donde ella no puede hacerlo tan bien y prefiere que su madre le ayude a terminar el trabajo. Se abre la puerta y la mujer rompe sobre el folio la punta del lápiz. La mejilla queda marcada por un negro a medias.
- ¡Ha llegado papá! - grita la niña.
1 Respuestas:
Escalofriante...
Un abrazo
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