- Esto es es salón. Ventanas y luz como forma de dar vida al espacio.
El vendedor camina alrededor de la pareja. Arruga la nariz, guiña un ojo y rasca su pelo. Huele a recién pintado entre las paredes blancas.
- No es nada pequeño, ¿verdad?. Tan sólo faltan muebles mejores - sonríe -. Todo parece más pequeño cuando está casi vacío. Miren por ejemplo este cuarto - da unos estúpidos saltos -. Este es el de matrimonio, fíjense en la manera de disponer la ventana. Está claro que ahí debajo una cama grande se convierte en una isla de paz. ¡Qué amaneceres sur-suroeste se pueden tener ahí!
La pareja se coge de la mano. Hacen un nudo de dedos. Asienten, como los muñecos esos que se ponen encima de los salpicaderos y que tienen un muelle en vez de cuello.
- Este es el aseo - tos incómoda del vendedor -. El lavabo es nuevo - sonrisa estúpida -. Si salimos podemos ver la cocina, aún no está del todo montada - mano a los bolsillos del traje -. Junto al sitio para la nevera hay una ventana que da al patio para poner el tendedero - mirada al suelo y patada a un resto de escayola -. Si me siguen vamos al pasillo.
Cuando están junto a la puerta blindada la pareja separa las manos. El vendedor gira el manillar y pone un pie en el descansillo.
- Como pueden comprobar es bastante agradable - dice antes de cerrar con un portazo.
Desde el interior de la casa se escucha el ruido del ascensor. El hombre echa la llave y la mujer se sienta en el sofá.
- Estoy cansada de que venga - dice -. Por muy mal que esté la cosa es la última vez que permito que nos venda lo que ya hemos comprado.
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